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viernes, 25 de julio de 2014

AIR MAIL, por Atilio Micheluzzi

En algún momento de esta semana ha debido salir a la venta el Air Mail de Attilio Micheluzzi. Es un tomo integral recopilando las cuatro aventuras de la serie, cuatro aventuras con sabor al antiguo Hollywood, cuatro historias que podrían estar protagonizadas por Clark Gable y Mirna Loy (por ejemplo), cuatro historias, en suma, muy de Micheluzzi, amante de la narración al estilo clásico. 






















Si hay alguna obra cuyos mecanismos artísticos y narrativos entiendo a la perfección suele ser una que he traducido. No me queda más remedio si quiero poder ser fiel a la obra original. De ahí que muchas de las reseñas de cómic o de literatura que he hecho a lo largo de los años hayan sido de obras traducidas por mí. Y normalmente prefiero hacer las reseñas de obras que me han interesado mucho o que me han divertido o que, me temo, que no van a tener la repercusión considero se merecen. Y en este último caso está Air Mail, cuya publicación me alegra hondamente y que merecería ser recompensada con el éxito.

Debo confesar que me lo he pasado en grande traduciéndolo. Nunca me había topado con alguien tan descarado dibujando y escribiendo. Conocía a Micheluzzi de antes, pero había leído su Johnny Focus y su Roy Mann hace más de veinte años y sólo tenía un recuerdo difuso y agradable de él. Me he encontrado con un autor que empieza a trabajar con una idea más o menos clara de a dónde quiere ir para luego ir improvisando sobre la marcha hasta alcanzar el final de la historia. Aquí no hay un hay una estructura férrea y precisa como un reloj, sino una improvisación gozosa a partir de un sencillo esqueleto argumental previo, apoyada en unos diálogos frescos, simpáticos y divertidos, y en un narrador en tercera persona tan desenfadado que tiene flashbacks propios al margen de la historia y que en ocasionas hasta le cede la palabra a los protagonistas. Igual sucede con el dibujo, hábil y muy bien iluminado, que alterna escenas de resolución brillante con otras rematadas a cien por hora y/o de forma desconcertante, pero siempre de una forma que denota la diversión del propio autor.

En todo, este integral da una idea de porqué Attilio Micheluzzi es considerado un clásico italiano. Aventura en estado puro que se lee con una sonrisa. Espero que haya más.

sábado, 26 de abril de 2014

LA CUENTA ATRÁS, por Carlos Portela y Sergi Sanjulian



El amigo Carlos Portela ha abierto un Verkami para poder terminar su estupenda obra La cuenta atrás. Es decir, terminar la segunda parte de la obra. La primera parte se vendió bastante bien, pero el retraso de esta segunda ha hecho que las editoriales quieran sacarlo en obra completa. Una putada para los que tenemos la primera parte, así que a los autores, que también son lectores y nos comprenden, se les ha ocurrido recurrir al crowfunding.Vayan a este enlace y entérense bien, y contribuyan. Por otro lado, es un tebeo de los que deberían enseñarse en las universidades, y no sólo en Bellas Artes. He tenido el honor de leerlo entero y es de esos tebeos que te emocionan y te dejan satisfecho. Y un poco cabreado, claro.

A continuación les va un resumen del proyecto, la portada del primer libro (también conseguible por el mismo sistema y algunas páginas del segundo en estado de acabado decreciente. Espero que les guste todo y corran a comprarlo. Vale la pena. Puede ser el mejor tebeo que se compren este año.


Hace dos años, ante la costa gallega se hundió un petrolero, provocando una marea negra que arrasó con todo. Los peces se envenenaron, el fondo del mar se volvió inhabitable, los moluscos murieron, las aves quedaron atrapadas en el chapapote o no volvieron... Los pescadores se quedaron sin trabajo, las personas enfermaron, los turistas dejaron de acudir, la situación fue trágica para la industria, los negocios, los hogares... Toda la costa quedó afectada de forma irremediable.

Pero eso fue en el pasado. Ahora el mar se ha recuperado casi por completo y todo vuelve a estar tan bien como antes. 

¿O no?

Los políticos saben cómo es la verdadera situación pero tienen que darla por resuelta, y así se lo van a decir al mundo con una gran campaña publicitaria, para que la opinión pública se entere de una vez. Aunque sea con fotos retocadas, ocultando que aún hay playas contaminadas y pesca sin recuperar, exhibiendo unas ayudas económicas insuficientes que muchos ciudadanos aceptaron sin pensar que eran “pan para hoy y hambre para mañana”, y mostrando como próspero un futuro que es incierto.

Todo esto fue lo que pasó con el hundimiento del Prestige. Fue algo que había pasado antes y que, desgraciadamente, volverá a pasar. 

Pero no vamos a contar específicamente la historia del Prestige¸ sino una historia que puede pasar en cualquier costa, en cualquier pueblo, cuando una marea negra lo invade todo. Una historia que pueda representarlas a todas, porque, en el fondo, todas son iguales. Vamos a mostrar la realidad de esta situación a través de diversos personajes relacionados con el pueblo ficticio de Caldelas, uno de los más perjudicados por esa situación. Y nos centraremos en cómo afectaría eso a los habitantes de ese pueblo (dejaremos los daños ecológicos para otra ocasión). 

Serán personajes de todos los estamentos posibles de la sociedad para contar con ellos una crónica tanto social como política y personal. Serán personajes como Otero, el político encargado de quitarle importancia a lo sucedido y que fue elegido para ocuparse de hacer eso mismo. Como Sonia, la reportera del canal local que empezó a trepar cuando la reportera anterior se negó a manipular la noticia. Como Emilio que se verá forzado a emigrar dejando atrás a su esposa Sara, cuando sólo dos años antes había pedido un crédito para poder dedicarse a la pesca. Como Moncho, el joven que abandona el pueblo asqueado y que pareció encontrar una conciencia cívica luchando contra el chapapote. Como Molina, el periodista de prensa escrita que intenta informar inútilmente de la verdad de lo sucedido. Como Salvador, el director del periódico que se ve forzado a tapar la verdad. Como Luki, que montó un supermercado con la indemnización. Como Ana, la voluntaria desencantada...
Y todo ello estará contado empezando en el presente y retrocediendo en el tiempo mes a mes. Cada capítulo se desarrollará un mes antes que el anterior, en una cuenta atrás que nos llevará hasta los inicios de la marea negra. El suspense no estará en lo que pasará en el futuro sino en lo que sucedió para llegar a esta situación actual en la que se ha “superado” la tragedia... 

Así, conoceremos a los personajes en el presente y, a medida que vayamos retrocediendo en el pasado, iremos descubriendo poco a poco cómo son realmente, lo que se oculta tras su actitud y comportamiento actual. Sabremos qué decisiones tomaron, qué cambios experimentaron sus vidas, para convertirse en lo que son ahora, a veces de forma involuntaria, a veces no tanto... 

No habrá ni buenos ni malos, ni se señalará a ningún responsable, porque en el fondo lo somos todos. Sólo veremos a gente incapaz que actúa de forma más o menos egoísta o desinteresada en una situación tan difícil como terrible, para luego seguir con su vida con la conciencia más o menos culpable por lo que hizo o dejó de hacer.

Será un relato coral de una tragedia cotidiana. Y las tragedias nunca acaban bien.


viernes, 25 de abril de 2014

GHOST MONEY 1: LA DAMA DE DUBAI, por Smolderen y Bertail

Dentro de la multitud de trabajos absurdos que le tocan a uno en esto del mundo de la edición, siempre da gusto que te encarguen traducir un tebeo que es bueno, y más cuando ya lo conoces y aprecias.

Traducir un tebeo, un libro, un subtítulo, supone hacer un análisis más o menos voluntario de dicha obra para intentar descubrir qué pretende decir el autor y transmitir esa intención más allá de la literalidad de las palabras. Es una exploración forense de mecanismos literarios y gráficos, recursos estilísticos voluntarios y tics involuntarios. Y cuando la obra es buena, y entiendo porqué hacen los autores lo que hacen, disfruto enormemente haciendo ese trabajo. (Por eso, cuando me piden alguna reseña de un cómic, suelo hacerlas sobre todo de material que he traducido, porque lo entiendo a la perfección). Lo cual me lleva a uno de los tebeos que más he disfrutado traduciendo en los últimos tiempos, aunque me haya llevado más tiempo de lo normal.

De no mediar alguna sorpresa, está a punto de ver la luz Ghost Money, de Smolderen y Bertail, un tebeo que vale realmente la pena. Tiene un guión milimétrico, donde nada está dejado al azar y que se disfruta repasando para comprender los matices que se te escaparon al principio. Y un grafismo que refleja con la misma soltura las destartaladas calles de Irak como la arquitectura pseudofuturista de Dubai. Su estructura de best-seller literario presenta muchos personajes muy bien definidos, un desarrollo sorpresivo de la trama y una ambientación de futuro cercano (los años 2020s). Es una historia de política ficción con amores no correspondidos, conflictos en Oriente Medio y unos Estados Unidos nuevamente conservadores buscando una salida bélica a su crisis financiera, y todo ello centrado en Chamza, una estudiante de económicas, poseedora de una fortuna de cuantía y origen desconocido, que prescinde de fronteras y que está enamorada de un poeta que los Estados Unidos consideran un terrorista en potencia. 

Thierry Smolderen es un excelente crítico y estudioso del cómic, que sabe escribir tanto guiones de autor (McCay, con Bramanti) como de consumo (Gipsy, con Marini), y aquí se lanza a realizar un thriller político que combina ambas vertientes suyas, además de un exquisito planteamiento secuencial y narrativo que delata a quien ha estudiado mucho el medio. Por su lado, el dibujante Bertail realiza un trabajo muy interesante potenciando la espectacularidad de paisajes y entornos, pero sin perder el cuidado por el detalle y los personajes en viñetas de tamaño sorprendentemente reducido para dejar más espacio a esos paisajes que, además, van a sangre.

El resultado es una obra pensada para una edición en álbum de formato grande (aquí no hay reducción de tamaño que valga, si no quieres cargártelo), y cuyo principal y único defecto es que al finalizarlo te quedas con ganas de seguir leyendo. E igual sucede con los álbumes posteriores, que van complicando más y más una historia cuyo final está anunciado en Francia para finales de este año.


(En Ninth Ediciones me aseguran que la edición española será incluso un pelín más grande que la original francesa, y que está previsto editar las entregas con bastante celeridad, publicando en menos de un año lo que los compradores de la edición francesa hemos ido leyendo y releyendo a lo largo de seis años. Cabrones con suerte).

miércoles, 26 de marzo de 2014

TIEMPO DE CANICAS, por Gilbert Hernández

Digamos que eres un niño. Todo tu mundo está en las horas que pasas lejos de los adultos, cuando no estás en el colegio o con tus padres. Juegas con tus amigos en la calle porque hay pocos coches. Disfrutas viendo Detective submarino por la tele, leyendo comics fantásticos o de miedo, inventándote aventuras con los amigos, explorando patios y parques. Digamos que son los años sesenta en Los Angeles y que no te llamas Gilbert Hernandez, aunque igual sí.

Tiempo de canicas es tan historia autobiográfica de Gilbert Hernandez como de buena parte de sus lectores. Cuenta cosas que, de un modo u otro, nos han pasado exactamente así, pero no del todo; con esa misma mezcla de tristeza e indolencia, de inevitabilidad e inconsciencia del paso del tiempo. Con esa madre que nos tira los tebeos, o los cromos, cuando no la vemos, con esas rivalidades que se tornan amistades, esos enamoramientos no correspondidos o sí. Con esa humanidad.

Digamos que Tiempo de canicas es una obra precisa, medida, quirúrgica casi, distante pero con sentimiento, de un autor cuyas últimas obras tienen un toque surrealista que (me) causa cierta perplejidad, pero al que seguimos comprando fielmente porque, a pesar de todo, su trabajo sigue siendo impecable. Tras varias novelas gráficas con las “películas” de serie B que protagonizó su personaje Fritz cuando era actriz cutre, y sus ocasionales historias de Palomar, se descuelga ahora con esta narración sencilla y de realización engañosamente simple que tarda en olvidarse. Cuando el amigo Naranjo me prestó el cómic, me dijo: “Aún no he decidido si es buena o mala, pero a mí me ha gustado”. Digamos que comparto esa opinión acerca de esta narración sobre infancias que prescinde de todo lo que uno se espera de este tipo de obras.

miércoles, 12 de febrero de 2014

NORTON GUTIÉRREZ, de Juan Sáenz Valiente

Lo bueno de los tebeos es que muchas veces sólo hay que abrirlos para saber si te merece la pena comprarlos. ¿El dibujante sabe lo que hace o sólo se defiende y disimula sus limitaciones? ¿Compone la página o no sabe lo que es eso? ¿Sabe narrar o sólo acumula viñetas? ¿Cómo resuelve cada secuencia? Todo eso se sabe al primer vistazo. La apuesta está en la calidad del guión, porque la planificación puede haberla manipulado el dibujante y no siempre basta con leer unas frases de diálogo para saber si el guionista domina algo más que ortografía o gramática (¡y hay tantos que ni eso!). Recuerdo que allá por 1984 compré en un puesto del Rastro madrileño un Swamp Thing yanqui directamente importado de la base norteamericana de Torrejón. El número 24. Tenía un dibujo extraño y gótico de Stephen Bisette (al que conocía y apreciaba) y de John Tottleben (al que no conocía), pero con mucha atmósfera, una planificación hábil, y algo especial en las secuencias y los diálogos. Me lo llevé para probar y una semana después volvía corriendo para comprar todos los números que pillara. Qué mal rollo, por Dios. Qué acojone, qué canguelo, qué maravilla. Había descubierto a Alan Moore.

No es que Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak sea una obra a la altura de aquel trabajo de Alan Moore, pero al leerlo tuve la misma sensación de haber descubierto un tesoro escondido, algo que nadie más parecía conocer. Esto era fácil en aquellos tiempos sin internet, resulta más difícil en esta era de información, flujo de datos y cotilleos que pasan por información. Pero apenas he visto reseñas de este tebeo. Ni idea de porqué. Igual no lo ha visto nadie, lo cual me parece improbable, dado lo mucho que abulta en las librerías. (Corrijo, Carlos Portela sí lo ha visto, y también es un defensor entusiasta de este tebeo). 

Es un libro grande, bien editado, bonito, con dibujo exquisito y brillante y una secuenciación cuidadosa; de esos tebeos que al comprarlos sabes que te merecerán la pena aunque luego resulte que el guión es flojillo. Afortunadamente, al guión se puede poner alguna pega, pero no esa. Es ingenioso y divertido en su trama, sus personajes y sus secuencias. Y está servido por un dibujo minucioso, detallado, hábil, perfecto para contar una aventura al estilo antiguo, más Tintín que Indiana Jones, donde lo que importa es el salto de viñeta a viñeta, no el de página a página, con una planificación muy “línea clara” al estilo Hergé y un grafismo postmoderno que recuerda a gente como Chaland o Clerc.

La historia es extravagante y divertida, homenaje y parodia de las antiguas historietas de aventuras, donde todo puede pasar y todo pasa, desde un protagonista a lo Walter Mitty que busca romper la agobiante rutina familiar a científicos locos con robots gigantes, pasando por civilizaciones perdidas, tesoros ocultos, futuras novias buscando a un pariente perdido y un fortachón llamado “Tetas”. El único problema del guión es un toque sentimental que chirría con el planteamiento gráfico de la obra, porque Hergé para la aventura y el humor bien, pero para lo de los sentimientos más bien no.

Y tiene un dibujo tremendo. Con una línea limpísima, una distribución exquisita de los espacios, una gestualidad notable en los personajes y una gran capacidad para dibujar todo lo que haga falta sin buscarse atajos o disimulos. Es impresionante. Casi tanto como mi hallazgo de un nuevo talento con muchísimos años de oficio. Qué se le va a hacer. Soy un ignorante. pero más vale tarde que nunca.

(Habría sido preferible que Bang optara por una edición en papel satinado, ya que el papel poroso absorbe demasiado el color y en momentos puntuales dificulta la lectura. 

Como ya será obvio, el argentino Juan Sáenz Valiente es casi un desconocido en esta casa. Buscando, he encontrado alguna historieta con Trillo publicada en Francia, unos trabajos en Fierro y bastantes páginas e ilustraciones en la gran revista Orsai (demostrando nuevamente que su editor, Hernan Casciari, sabe lo que hace). Excusaré mi inutilidad al relacionar este trabajo con los anteriores de Valiente en que el hombre cambia de estilo para cada trabajo y ninguno anterior se parecía a éste. También hace televisión y protagoniza un reality raro en su país, llamado Impreso en Argentina, donde recorre las obras puntales de la literatura argentina con intención de adaptarlas a la historieta, y que puede verse aquí. La cosa tiene muy buena pinta y puede que en cuanto reúna tiempo para visionarla, haga una entrada en este blog. Mientras tanto, estaré atento a futuros trabajos de este hombre).

lunes, 10 de febrero de 2014

ALFONSO TABURETE, por Sybilline, D’Aviau y Capucine.


Han sido tres semanas un tanto agobiantes que me han tenido apartado del blog y de otras cosas. Apenas he podido reservar un poco de tiempo para ordenar y tirar papeles; hacer sitio en la almoneda que tengo por casa, que buena falta me hace. Una labor arqueológica de resultados pasmosos. He reencontrado deberes pendientes y listas de propósitos incumplidos, he formado montañas de deuvedés por ver y por colocar y por regalar (porque venderlos no sale rentable, la verdad), he apilado libros que no recordaba haber comprado o que recordaba haberlos comprado hace demasiado tiempo, y he descubierto tebeos que no sabía que tenía, algunos sin leer y otros incluso traducidos por mí, mientras sigo sin encontrar los que sé que tengo pero no sé dónde. También he intentado ordenar los discos duros para ver qué película o serie veo a continuación (a altas horas de la noche, parece), o si paso a consumir las series inglesas que compré en Amazon y que tengo en la estantería de espera. Pero es inútil, no hay orden que valga.

Una vez tiradas algunas pilas de papeles, paso a los discos y los tebeos. El orden de trabajo es el único que me resulta evidente: empezar por el montón que más molesta, para quitarlo cuanto antes de en medio. Por ejemplo, este de tebeos, que tiro cada vez que echo hacia atrás la silla. 

Al examinarlo constato que, por mucho que siga al día en series de televisión (veo dos episodios diarios o una película), hay cierta desincronización entre el quiosco y mis lecturas, como de año y medio. Y algunos de los tebeos con los que más me he divertido últimamente han pasado sin pena ni gloria por las librerías, y casi por la red. No entiendo muy bien por qué se ha hablado-escrito tan poco de ellos, y sí de otros que me parecen directamente peores pese a su notoriedad. Será por modas. O por un buen servicio de prensa. O yo que sé porqué. Y creo que estaría bien reseñarlos aquí, porque creo que merecen otra suerte que no sea quedar enterrados en alguna estantería perdida de un librero, un distribuidor o un editor. Merecen leerse y disfrutarse. Digo yo. Pasemos al primero.

Es muy complicado escribir algo poético, sencillo, mágico, sin que suene forzado o impostado, o quede idiota. No es habitual que un dibujo sea pura simplicidad y que su trazo evidencie talento y años de profesión. Y no es normal que una historia protagonizada por un personaje que es poco más que un monigote te arrastre en una odisea de descubrimiento de su propio ser, del mundo que le rodea y del porqué de su existencia. Todo esto se encuentra en El gran vacío de Alfonso Taburete.

Alfonso nace un día en medio del bosque y recibe su nombre de un Señor que lo ha visto crecer. Y entonces parte en busca del significado de su vida y de la forma de relacionarse con el mundo, en un viaje iniciático doblemente metafórico en el que conocerá numerosos personajes de toda forma y condición, como un ser incompleto por el agujero que tiene en el centro del pecho, una llama que se consume al emocionarse, un calamar mercader, una niña gigante (o no) y otros personajes al uso. Su viaje es divertido, ingenioso e inventivo en escritura y en narración, ideal para todos los públicos. Sobre todo si te interesa la narración gráfica, dada la multitud de recursos y soluciones visuales que utilizan los autores. Una obra tan sugerente como deliciosa.


(En España, y en esta casa, apenas se conoce la breve obra del dibujante Jerome D’Aviau y de la guionista Sybilline, aunque los dos intervinieron en Primeras veces, bonito y curioso libro editado en tiempos por La Cúpula y (¡Oh, sorpresa!) traducido por mí. Capucine, que figura en los créditos para mi desconcierto inicial, es la rotulista del libro en su edición francesa, donde hizo un excelente trabajo que ha tenido su justa correspondencia en la estupenda edición española.

El libro fue editado hace año y medio por Dibbuks, que colgó un video anuncio en Youtube para promoción del mismo. El que yo lo lea por primera vez al cabo de tanto tiempo de su salida me hace pensar en las cosas que habré comprado y que estarán extraviadas en el batiburrillo de casa. Y tiemblo.)

sábado, 4 de enero de 2014

Una página (doble) de Jack Kirby (The Losers)

Todo el mundo sabe, o debería saber, quién es Jack Kirby. La cultura popular actual le debe muchísimo. Participó en la creación de prácticamente todos los personajes principales del Universo Marvel de los años sesenta, que son los que siguen recordándose y reutilizándose hoy en día. Era un dibujante eficaz y hábil, que podría haber sido grande de no exigirle las condiciones laborales de la época una producción brutal para poder llegar a fin de mes (llegó a dibujar una media de 150 páginas mensuales). Era un torrente de ideas y conceptos que su editor y coguionista Stan Lee supo controlar y conducir con acierto. Cuando se marchó de Marvel, para trabajar en la competencia, DC Comics, lo hizo como autor completo, demostrando ser un guionista que acumulaba una idea tras otra aplazando ad aeternum cualquier posible resolución dramática (muchas veces la resolución era otra idea). Pero si las historias eran dramáticamente cojas, las ideas seguían siendo de las que perduran en el recuerdo, y años después siguen tan presentes en el comic-book norteamericano como en el cómic del mundo entero. Véase al respecto la obra de autores como Max, Daniel Torres o Rubin, por citar sólo algunos ejemplos nacionales.

Era un dibujante que, habiendo empezado en el oficio en 1936, en los años sesenta y setenta desarrolló una estilización y una síntesis gráfica notables que servían a la perfección a su sentido inusual de la composición y la puesta en escena. Muchas de sus páginas son dignas de estudio y seguramente volveremos a verlas por aquí. Pero siempre he sentido una admiración especial por esta doble página.

Pertenece al número 160 de Our Fighting Forces. Es una historia protagonizada por The Losers (Los perdedores), personajes creados por el excelente guionista Robert Kaniguer. Era un cómic antibélico (publicado en plena era del Vietnam) sobre las andanzas de un pelotón con mala suerte, cuyos miembros eran conocidos de otras publicaciones bélicas de la casa. Jack Kirby se hizo cargo de los personajes durante doce números. La historia de este número empieza con un soldado ruso hablando con un oficial nazi mientras prepara su ametralladora. Al pasar la página nos encontramos con la imagen que nos revela para qué.

Pensemos primero que el sentido de la lectura es de izquierda a derecha. Así leemos los libros, así miramos un dibujo y así vemos también películas (uno de los motivos por los que nos chocan las películas orientales es que el movimiento visual suele ser de derecha a izquierda, al revés que en occidente). 

En esta doble página, tenemos, de izquierda a derecha: personas muertas y caídas en el suelo, personas ametralladas, personas asustadas, personas resignadas y personas desafiantes, todas encaradas a un enemigo de fuera de la viñeta (el ruso de la ametralladora) y del que sólo vemos las líneas cinéticas de los disparos y el impacto de las balas. Normalmente esto sería una secuencia de cinco viñetas, y en orden temporal inverso: desafío, resignación, miedo, impacto, muerte. Cada viñeta sería, por el mero hecho de ser una viñeta, un momento temporal diferente. Aquí, esas cinco viñetas son un único instante simultáneo, congelado, paralizado y prolongado por el texto y la densidad de la imagen. 

Kirby compone la doble página con líneas curvas que confluyen en el inicio de la secuencia, o sea el final de la página y de su teórica lectura. Al abrir la doble página, el lector ve la imagen al completo para centrarse un instante después en el punto focal de la escena y luego retroceder para ver el resto. El impacto inicial es tremendo, y sólo una vez asimilado éste, puede pasar el lector a leer textos e imagen y comprender todos los detalles de la escena, para luego volver a mirar inevitablemente (la composición así lo impone) el punto focal de la derecha, formando un bucle cerrado visual y narrativo.

Kirby no es un autor naturalista, su campo es la imaginación y la aventura, pero sabe ser dramático y efectivo y dejar bien claro de qué lado debe ponerse el lector. ¿Y qué mejor manera que con una imagen que nos hace ver una y otra vez a las víctimas?

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Un médico novato (Sinsentido)

Tengo un par de problemas con este tebeo.
    
Un médico novato (Premio Fnac-Sinsentido, 2013) es un relato de grafismo delicado, ambientado en la guerra civil española, en el que apenas salen malos, sólo gente buena que se ve arrastrada de un lado a otro por motivos absurdos como conocer a alguien, pertenecer a un sindicato, militar en un partido, tener un familiar, que un colega sienta celos de ti. Los malos son gente que sale poco, son sobre todo los que dan órdenes en alguna parte para que se arreste, se encierre, se fusile... Sólo vemos las consecuencias de esas órdenes. Pero esto no es un problema.

El grafismo de Sento, clásico y sencillo, personal e inconfundible, le sienta como un guante a la historia real de Pablo Uriel (suegro del autor), joven médico que es llamado a filas apenas empieza a ejercer su profesión, y que es encarcelado no sabe por qué a la espera de ser fusilado. Es como el resto de la gente de la calle que se vio metida en aquella guerra absurda, donde unos hijos de puta impusieron de forma grotesca y cruel su visión del mundo, enfrentando a amigos y hermanos, a gente que podían llegar a ser amigos o hermanos independientemente de sus creencias e ideologías. Y Sento dibuja esta guerra como si en vez de ser un heredero de la clara y amable Escuela Valenciana de tebeos lo fuera de aquella Escuela Bruguera que tan bien retrató la miseria y la resignación de la postguerra española. Y esto, lógicamente, tampoco es un problema.

Uno de los problemas que sí tengo con este tebeo es que sea tan fiel y respetuoso con el material de base y que, por tanto, los personajes de Un médico novato no puedan hablar como los del resto de la obra de Sento, teniendo que hacerlo con el tono distante y reflexivo de Pablo Uriel. Comprendo que sea así, es inevitable, pero me encantaba aquel estilo literario tan especial y único que tenía (que supongo que aún tiene), capaz de contar historias románticas con elegancia y frescura, que mezclaban de forma desconcertante la ironía y la sinceridad, esos diálogos y textos de apoyo que me recordaban a Mihura.

Finalmente, tengo el problema de que la obra me sabe a poco, que parece cortarse justo cuando coge carrerilla, cuando más la estoy disfrutando. El único fallo de la cuidada edición de Sinsentido consiste en que no avisa que habrá dos libros más, que la peripecia de Pablo Uriel sólo acaba de empezar, que si aquí ha sido prisionero de los “nacionales”, luego lo será de los rojos por motivos igualmente absurdos, antes de volver a casa para el final de la guerra... La conclusión provisional de la historia hace pensar que el conjunto de la obra dará nueva entidad y empaque a esta tercio, y que será un auténtico placer releerlo con los otros dos. 

Apenas puedo esperar.

martes, 17 de diciembre de 2013

Una página de Jaime Hernández (The Love Blunders)

Jaime Hernández y su hermano Beto aparecieron en los ochenta con su Love & Rockets y no han dejado de evolucionar desde entonces. Al principio, Jaime parecía un narrador intrascendente de simpáticas historias científico fantásticas, mientras Beto se centraba en narraciones más o menos cotidianas, con un maravilloso toque de realismo mágico y ambientadas en el pueblo ficticio de Palomar.

Con los años, Beto alcanzó una madurez apabullante y luego desbarró un poco arrastrando a sus personajes de Palomar por el camino del culebrón más desaforado con toques de best-seller a lo Harold Robbins, perdiendo algo de interés para mí, aunque lo haya recuperado recientemente. Jaime, por su parte, fue alejándose de las aventuras fantásticas para contar la crónica casi cotidiana de la vida de Maggie y Hopey, sus dos protagonistas de siempre. Sus relaciones familiares, sus aventuras, sus amores y la vida de sus amigos y amigas han dado pie a una crónica progresivamente realista y melancólica, pero con mucho humor, donde el tiempo y la forma en que envejecen sus personajes es el perfecto contrapunto a algunos de los elementos fantásticos que a veces emergen en sus páginas. Pero nada más realista que la relación sentimental entre Maggie y Ray D; ha sido larga, accidentada y compleja. Han sido conocidos, amigos, amantes, distantes, desconocidos...

Posiblemente sea Jaime Hernández uno de los autores cuya forma de trabajar más me fascina. Sus historias son laberínticas pero cotidianas, sus personajes complejos y con agujeros en su vida que igual nunca rellenaremos, su narración tan marcada por el punto de vista del narrador que cuando aparecen elementos fantásticos pueden ser achacables a la esquizofrenia o la paranoia de dicho narrador. De hecho ese punto de vista condiciona hasta la planificación y el número de viñetas de sus páginas. Lo cual nos lleva a las siguientes dos páginas. Dos páginas que en realidad son una sola, apaisada, pues por separado carecen de sentido.


La historia de Maggie y Ray se ha acabado de forma demoledora, y antes de pasar a un epílogo que nos reconcilie con la vida, Jaime hace estas dos páginas, estas dieciocho viñetas, este plano contraplano que resume su relación, su vida. Maggie y Ray mirándose a lo largo de los años, tal y como se vieron en cada momento, tal y como los recuerda el lector que viene leyéndolos desde hace treinta años, con viñetas que rememoran a la perfección cada instante de lectura, los dos envejeciendo en cada viñeta, envejeciendo con el autor y el lector. Es el cierre a una vida de desencuentros, un punto final...

Pero no lo es. Es un punto y aparte. Porque la vida sigue, y si sigue para nosotros, sigue para el autor y seguirá para Maggie y Ray aunque no sepamos cómo o cuándo lo veremos. Mientras tanto, nos queda el pasado, congelado en el presente; congelado y resumido en dos páginas que son una, en dieciocho viñetas llenas de vida.

Esta(s) (dos) página(s) pertenece(n) a la historieta The Love Bunglers aparecida en los nos. 3 y 4 de Love and Rockets New Stories, pendiente de recopilación en libro e inédita en España, aunque supongo que ambas cosas no por mucho tiempo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Una página de Toppi (Myetzko)

He vuelto a releer a Sergio Toppi debido a la traducción de Myetzko que Nth Comic tuvo a bien encargarme. Tengo la sensación de conocer a Toppi de toda la vida. Compraba sus obras editadas en Italia antes de que Nueva Frontera las publicara de forma continuada hace demasiados años. Las compraba al tiempo que las de Dino Battaglia, que para mí siempre han ido de la mano, por muy diferentes que fuesen. Si el primero es duro, conciso, desconcertantemente impresionista en su potente trazo, el otro es sutil, delicado y elegantemente preciso en su sugerente grafismo. Y los dos son unos monstruos de la composición. Pero, veo que desbarro, así que dejaré a Battaglia para otra ocasión y me centraré en Toppi. 

Traducir algo te obliga a entender, comprender e imitar los mecanismos que utiliza el autor de la obra original al contar sus historias, para luego intentar reproducirlos en tu traducción. Al traducir Myetzko me di cuenta de algo que ya sabía pero en lo que nunca me había parado a pensar: Toppi es un cuentacuentos. Pertenece a esa estirpe de narradores que cuenta historias al calor de una hoguera, relatos verídicos, cuentos fantásticos, fábulas de la vida cotidiana... Leer una historieta suya es recordar los cuentos de Maupassant, de Stevenson, de Bierce. Cuentos que existen en sí mismos, al margen de todo contexto histórico o social que no sea el incluido en los cuentos en sí. Cuentos sencillos, directos, eficaces, atemporales. Con un toque irónico muy particular. Es un placer leerlos.

Y luego está el hecho de que lo que cuenta se transmite con dibujos. Dibujos que se mantienen al margen del relato, al tiempo que lo ilustran y lo envuelven de un modo misteriosamente simbiótico con su vigoroso trazo. Todo ello en páginas compuestas con un perfecto equilibrio de blancos y negros, donde los bocadillos de texto pasan a ser un recurso gráfico más. Compuestas utilizando y recortando elementos gráficos de un modo que a ningún otro autor se le ocurriría utilizar y mucho menos imitar más allá de lo meramente superficial. No es de extrañar que siempre haya sido un dibujante apreciado sobre todo por otros dibujantes. De hecho, creo que el único autor en cuyo trabajo se nota la influencia de Toppi de forma notable, y para bien, es Walt Simonson, que ha sabido asimilarla de una forma casi invisible en su grafismo y su narración.

Bueno, a lo que íbamos. Esa composición es el verdadero recurso narrativo de Toppi, ya que cuando no guía el ojo del lector mediante el formato de las viñetas lo hace ordenando todos los elementos de la página para que el recorrido visual sea el impuesto por el autor. Un ejemplo es la página aquí adjuntada.

La horizontalidad de la primera viñeta empuja la vista hacia abajo y la cabeza en primer término mira hacia la izquierda para que el ojo se desplace hacia la segunda viñeta de forma natural e inconsciente, al margen del tic cultural de leer de izquierda a derecha (una alteración de los elementos bien podría forzar al ojo a empezar a leer por la cuarta viñeta, la de la derecha, y más en estos tiempos de mangas publicados al estilo oriental). La segunda viñeta es un plano general de un paisaje que sirve de transición entre el escenario anterior y el siguiente, con una composición triangular en flecha hacia la derecha y cuyo horizonte se continúa con el horizonte de la tercera y cuarta viñetas, haciendo que la vista siga el recorrido buscado por el autor. El movimiento y la inclinación de la figura en plano general de la tercera viñeta desplazan la vista hacia los dos soldados de la cuarta que no dejan de ser atrezzo para dar ambiente. Además, el hecho de que la tercera y la cuarta viñetas sean una misma viñeta dividida por una calle interrumpida convierte esa figura en el centro de la composición ¡de dos viñetas diferentes!, resaltando la idea de que ese personaje es alguien importante: el protagonista (porque no basta con que vaya vestido del mismo modo que antes; en esta historieta casi todo el mundo lleva el mismo uniforme). Y, finalmente, el palo, o la rama, o lo que sea, que cruza diagonalmente la cuarta viñeta impone un recorrido visual hacia la quinta, enmarcando y componiendo al protagonista que no sólo se desplaza hacia la derecha sino que lo hace en una viñeta cuya masa de negros a la izquierda hace que pese más el blanco de la derecha, guiando también así el ojo del lector. Y, para colmo, cada viñeta por su lado también está perfectamente compuesta.

Comunicación. Cómic. Una obra de arte. 

(La muerte prematura de mi escáner me impone la reproducción de la página en francés, que será sustituida en cuanto sea posible por la página en español. Pero mientras tanto... 

Por otro lado, los interesados en Sergio Toppi, no perderán el tiempo si compran el estupendo libro Sergio Toppi, un visionario entre dos mundos, escrito por el gran Yexus. Si no se encuentra en papel, editado por Dolmen, siempre puede comprarse aquí en epub. Y aquí hay una entrevista con Yexus sobre el tema con motivo de la publicación en España de las obras de Toppi por Nth Comic).

domingo, 8 de diciembre de 2013

Procyon

Por muchos motivos, siendo el más importante informar que ha salido un tebeo que merece la pena leerse, releerse y guardar para consultar más tarde, necesito hablar de Procyon, cómic de Ricardo Machuca editado por Dibbuks.

Es complicado hablar de la obra de un amigo porque suelo decir, escribir, lo que pienso y no me callo cuando no me gusta. Lo cual me ha valido alguna bronca, alguna amistad y largas discusiones con algún criticado que no estaba de acuerdo con mi opinión. Por ello, y mientras lo haga por afición, procuro escribir sólo de cosas que me gustan o de gente que no conozco. Un poco como un amigo crítico de cine, que no ve cine español porque no quiere seguir perdiendo amigos. Y más al tratarse de alguien como Ricardo, que ha ilustrado en el pasado mis guiones y que, espero, volverá a ilustrarlos. Además, estamos hablando de un álbum que, para colmo, está rotulado por mí. 

Afortunadamente, Ricardo Machuca siempre suele hacerlo bien, incluso cuando el trabajo no me convence del todo, y aquí me ha convencido por completo.

Procyon es una obra atemporal, con una estructura y un desarrollo que recuerda las novelas de la época dorada de la ciencia-ficción, a gente como Fredric Brown, Robert Sheckley o Frederick Pohl. Gente que construía completos universos de ficción en los que mover a sus personajes, donde tan pronto te contaban una historia policiaca como una aventura enloquecida con una sátira del consumismo como trasfondo y donde todo era, sigue siendo, sorprendente y nuevo y divertido, y los protagonistas resultaban ser, siguen siendo, tan sorprendentes como familiares. Además, eran libros profundamente modernos, innovadores, distintos, y cuando los relees siguen pareciendo frescos. La mitad de la literatura actual bebe de aquellos autores. El ciberpunk de hoy lo escribía ya Alfred Bester en Las estrellas mi destino o El hombre demolido, y nadie ha escrito mejores novelas juveniles que Robert A. Heinlein. Inventaban en contenido, inventaban en lenguaje, inventaban en todo. 

      
Y este tebeo es así, porque su narración sigue esquemas clásicos pero consigue sorprender siempre, porque hasta la página ochenta y tantos no sabemos quién es el protagonista, porque está impecablemente narrado y resuelto. Porque, como las obras de esos autores clásicos es un libro que se bebe, se devora, con fruición, y cuando lo acabas deseas releerlo. Porque lo único importante es la diversión, el disfrute, la lectura de consumo, el terminar la obra y correr a la tienda a buscar otras obras de ese mismo autor con las que repetir esa diversión y ese placer. Desgraciadamente, en el caso de Ricardo Machuca, lo que hay, lo que se encuentra, con suerte, es un tebeo titulado Las arenas del tiempo, que casualmente cuenta con otros guionistas, y no hay ningún Procyon más. Esperamos que lo haya en unos meses, pero, mientras tanto, Las arenas del tiempo mola. Soy uno de los guionistas de ese álbum y sé que mola. 

Es una obra de trama medida y trazada con tiralíneas, muy personal en referencias inopinadas y en elementos y guiños privados, donde no sobra ni falta nada y cuando lo hace es porque se ha hecho pensando en próximas entregas. Donde Machuca hace uso de un sentido del humor muy particular al trazar unos protagonistas y unos gags netamente socarrones y españoles. O sea, encima es divertido. 

La única pega que consigo verle a este libro es comercial. No tiene un grafismo “a la moda”, de los que “se llevan”. No es un dibujo abocetado o suelto o infantil o artístico. Ni realista o fotográfico. Es un dibujo personal, único, con un estilo propio, sólido, preciso y detallado. Muy detallado. Que hay que dibujar una viñeta con sesenta personas, se dibuja. Que hay que dibujar una nave espacial, se dibuja. Que un pato de goma, es difícil pero se hace. Y la narración no transige con atajos narrativos, todo está contado con cuidado, sin esquivar situaciones difíciles, procurando acompañar los diálogos con la actuación de los personajes y empleando todos los trucos del oficio y alguno novedoso, o que nunca se había empleado de esta manera.

Revelar algo de la trama sería descubrir alguna de las muchas sorpresas del guión que reservan sus 120 págs., así que me limitaré a decir que lo que empieza siendo un relato de caza al terrorista escondido en un crucero espacial tipo Vacaciones en el Mar, acaba resultando el prólogo de lo que parece una saga cósmica. Y que el álbum cuenta una aventura completa pese a ser parte de una trama más larga.

Porque también hay que leer obras entretenidas y refrescantes, Procyon me parece uno de los mejores tebeos que he leído en este año. Y, por cierto, estupendamente rotulado.