lunes, 10 de febrero de 2014

ALFONSO TABURETE, por Sybilline, D’Aviau y Capucine.


Han sido tres semanas un tanto agobiantes que me han tenido apartado del blog y de otras cosas. Apenas he podido reservar un poco de tiempo para ordenar y tirar papeles; hacer sitio en la almoneda que tengo por casa, que buena falta me hace. Una labor arqueológica de resultados pasmosos. He reencontrado deberes pendientes y listas de propósitos incumplidos, he formado montañas de deuvedés por ver y por colocar y por regalar (porque venderlos no sale rentable, la verdad), he apilado libros que no recordaba haber comprado o que recordaba haberlos comprado hace demasiado tiempo, y he descubierto tebeos que no sabía que tenía, algunos sin leer y otros incluso traducidos por mí, mientras sigo sin encontrar los que sé que tengo pero no sé dónde. También he intentado ordenar los discos duros para ver qué película o serie veo a continuación (a altas horas de la noche, parece), o si paso a consumir las series inglesas que compré en Amazon y que tengo en la estantería de espera. Pero es inútil, no hay orden que valga.

Una vez tiradas algunas pilas de papeles, paso a los discos y los tebeos. El orden de trabajo es el único que me resulta evidente: empezar por el montón que más molesta, para quitarlo cuanto antes de en medio. Por ejemplo, este de tebeos, que tiro cada vez que echo hacia atrás la silla. 

Al examinarlo constato que, por mucho que siga al día en series de televisión (veo dos episodios diarios o una película), hay cierta desincronización entre el quiosco y mis lecturas, como de año y medio. Y algunos de los tebeos con los que más me he divertido últimamente han pasado sin pena ni gloria por las librerías, y casi por la red. No entiendo muy bien por qué se ha hablado-escrito tan poco de ellos, y sí de otros que me parecen directamente peores pese a su notoriedad. Será por modas. O por un buen servicio de prensa. O yo que sé porqué. Y creo que estaría bien reseñarlos aquí, porque creo que merecen otra suerte que no sea quedar enterrados en alguna estantería perdida de un librero, un distribuidor o un editor. Merecen leerse y disfrutarse. Digo yo. Pasemos al primero.

Es muy complicado escribir algo poético, sencillo, mágico, sin que suene forzado o impostado, o quede idiota. No es habitual que un dibujo sea pura simplicidad y que su trazo evidencie talento y años de profesión. Y no es normal que una historia protagonizada por un personaje que es poco más que un monigote te arrastre en una odisea de descubrimiento de su propio ser, del mundo que le rodea y del porqué de su existencia. Todo esto se encuentra en El gran vacío de Alfonso Taburete.

Alfonso nace un día en medio del bosque y recibe su nombre de un Señor que lo ha visto crecer. Y entonces parte en busca del significado de su vida y de la forma de relacionarse con el mundo, en un viaje iniciático doblemente metafórico en el que conocerá numerosos personajes de toda forma y condición, como un ser incompleto por el agujero que tiene en el centro del pecho, una llama que se consume al emocionarse, un calamar mercader, una niña gigante (o no) y otros personajes al uso. Su viaje es divertido, ingenioso e inventivo en escritura y en narración, ideal para todos los públicos. Sobre todo si te interesa la narración gráfica, dada la multitud de recursos y soluciones visuales que utilizan los autores. Una obra tan sugerente como deliciosa.


(En España, y en esta casa, apenas se conoce la breve obra del dibujante Jerome D’Aviau y de la guionista Sybilline, aunque los dos intervinieron en Primeras veces, bonito y curioso libro editado en tiempos por La Cúpula y (¡Oh, sorpresa!) traducido por mí. Capucine, que figura en los créditos para mi desconcierto inicial, es la rotulista del libro en su edición francesa, donde hizo un excelente trabajo que ha tenido su justa correspondencia en la estupenda edición española.

El libro fue editado hace año y medio por Dibbuks, que colgó un video anuncio en Youtube para promoción del mismo. El que yo lo lea por primera vez al cabo de tanto tiempo de su salida me hace pensar en las cosas que habré comprado y que estarán extraviadas en el batiburrillo de casa. Y tiemblo.)

1 comentario:

  1. Lorenzo, siempre has sido un desastre organizando cosas y tu casa es perfecta para enseñar a mi mujer y decirle "¿ves cariño? yo si que tengo las cosas ordenadas"
    A ver si te vas poniendo al dia.
    Un abrazo

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