viernes, 5 de septiembre de 2014

Godzilla (2014)

Ver el Godzilla de Gareth Edwards es un poco como contemplar las 36 vistas del monte Fuji que realizó Hokusai: estampas de profundo carácter poético donde el hombre interactúa con los dioses de la naturaleza (siempre en presencia del Fujiyama, fuente del secreto de la inmortalidad), integrándose más o menos en ella, pero siempre de forma precaria y fugaz, sobrepasado, cuando no directamente ausente. 

Ante un guión comercial y completamente carente de interés, el director Gareth Edwards opta por la poesía visual que tan buenos resultados le había dado en su opera prima Monstruos, y apuesta por una contemplación de lo gargantuesco y lo ajeno desde el punto de vista de los asustados humanos. Una sucesión de estampas desconcertantemente pausadas e impresionistas que se te quedan en la mente: los monstruos enfrentados en la lejanía a través de una puerta que se cierra, Godzilla nadando rodeado de portaaviones más pequeños que las aletas de su lomo, la inundación vista a través de un escaparate, la bomba que explota casi fuera de plano y en silencio...

Un puñado de vistas de Godzilla hiladas por una historia curiosamente respetuosa con las películas iniciales y que suplen con estética la ausencia de emoción y tensión. Un blockbuster contemplativo.

(Las estampas del monte Fuji tuvieron tanto éxito que Hokusai añadiría diez más, dando un total de 46. Posteriormente, en los últimos años de su vida reincidiría en el tema y haría una secuencia de cien vistas.)

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Sunshine on Leith (2013)

El musical es un género teatral donde una trama sencilla da pie a números musicales más o menos relacionados con dicha trama. Los conflictos se exponen y se resuelven de forma directa, sin complicaciones, en una estilización de la realidad que no suele ser apreciada por todo el mundo. Lo cual no quita para que haya compositores o libretistas como Stephen Sondheim, o Lerner & Loewe, que abunden en sutilezas y complejidades inusitadas en el género. Yo me aficioné a él con Cantando bajo la lluvia, una de las películas más perfectas que se han hecho nunca. 

Por tanto, no es de extrañar que en momentos de tristeza y nostalgia recurra a ver Amanece en Edimburgo (Sunshine on Leith), un musical como es debido, lleno de optimismo y alegría. Mi hermano, en cambio, opta por Los mercenarios 3, que le ha parecido la mejor de las tres, además de asegurarme que la copia pirateada que ha encontrado en la red tiene tanta calidad que al estudio le va a oler a cuerno quemado (Y así ha sucedido después de que escribiera estas líneas, hace ya un tiempo).

La película es un producto extraño, profundamente respetuoso con el planteamiento y estructura del musical tradicional (al fin y al cabo proviene de una obra teatral montada alrededor de las canciones de The Proclaimers), pero rodada de forma naturalista, casi documental, en escenarios reales e integrando los números musicales de manera “orgánica” en una trama dramática tan sencilla como es de esperar en una obra del género, hasta el punto que el número final está resuelto de forma ingeniosa como si fuera un flash-mob (incluyendo un plano cenital a lo Busby Berkeley). Sólo el número musical en el museo resulta chocante y/o forzado, demasiado teatrero para el tono general de la película. Aunque todos los intérpretes están muy bien, destaca por debilidad personal la estupenda Jane Horrocks, y sorprende ver a Peter Mullan cantando sin hacerlo estrepitosamente mal pese a no ser lo suyo.

Por cierto, el director es el actor Dexter Fletcher conocido y apreciada en esta casa desde sus inicios como actor en la impresionante Pandilla Plumilla (Press Gang), serie sobre un periódico escolar en los noventa, escrita por Steven Moffat, de la que ya hablaré en otra ocasión. Parece ser que tiene una película anterior de género negro y que fue muy bien recibida. Buscarémosla. 

(“La vida es aquello que te pasa mientras haces planes”, creo que dijo John Lenon. Y está aquello de “si quieres hacer a reír a Dios, cuéntale tus planes”, que no sé quién lo dijo, quizá Homero. Pues, eso, ténganlo en cuenta y veamos cuándo vuelvo por aquí.

Por otro lado, para ver algunas escenas de esta película (todas musicales), pásense por aquí.)

viernes, 25 de julio de 2014

AIR MAIL, por Atilio Micheluzzi

En algún momento de esta semana ha debido salir a la venta el Air Mail de Attilio Micheluzzi. Es un tomo integral recopilando las cuatro aventuras de la serie, cuatro aventuras con sabor al antiguo Hollywood, cuatro historias que podrían estar protagonizadas por Clark Gable y Mirna Loy (por ejemplo), cuatro historias, en suma, muy de Micheluzzi, amante de la narración al estilo clásico. 






















Si hay alguna obra cuyos mecanismos artísticos y narrativos entiendo a la perfección suele ser una que he traducido. No me queda más remedio si quiero poder ser fiel a la obra original. De ahí que muchas de las reseñas de cómic o de literatura que he hecho a lo largo de los años hayan sido de obras traducidas por mí. Y normalmente prefiero hacer las reseñas de obras que me han interesado mucho o que me han divertido o que, me temo, que no van a tener la repercusión considero se merecen. Y en este último caso está Air Mail, cuya publicación me alegra hondamente y que merecería ser recompensada con el éxito.

Debo confesar que me lo he pasado en grande traduciéndolo. Nunca me había topado con alguien tan descarado dibujando y escribiendo. Conocía a Micheluzzi de antes, pero había leído su Johnny Focus y su Roy Mann hace más de veinte años y sólo tenía un recuerdo difuso y agradable de él. Me he encontrado con un autor que empieza a trabajar con una idea más o menos clara de a dónde quiere ir para luego ir improvisando sobre la marcha hasta alcanzar el final de la historia. Aquí no hay un hay una estructura férrea y precisa como un reloj, sino una improvisación gozosa a partir de un sencillo esqueleto argumental previo, apoyada en unos diálogos frescos, simpáticos y divertidos, y en un narrador en tercera persona tan desenfadado que tiene flashbacks propios al margen de la historia y que en ocasionas hasta le cede la palabra a los protagonistas. Igual sucede con el dibujo, hábil y muy bien iluminado, que alterna escenas de resolución brillante con otras rematadas a cien por hora y/o de forma desconcertante, pero siempre de una forma que denota la diversión del propio autor.

En todo, este integral da una idea de porqué Attilio Micheluzzi es considerado un clásico italiano. Aventura en estado puro que se lee con una sonrisa. Espero que haya más.

miércoles, 16 de julio de 2014

Semana Negra 2014

Volví la semana pasada a la Semana Negra tras una ausencia de cinco años. Volví a un emplazamiento nuevo, que no conocía pero que es el de siempre. Porque la Semana Negra son las carpas de conferencias, y de librerías y de exposiciones, es la capacidad multitarea de Ángel de la Calle, y es la serenidad de Paraja y la sonrisa de Marta y la música de Susana. Y es María y Lourdes y Roberto hasta las tantas.

Es, sobre todo, Paco Ignacio Taibo II, que ya no dirige la Semana Negra (concentrado como está en su papel de vicepresidente del Morena) pero que sigue estando muy presente, aunque nunca sepas si va al principio, al final o en medio de la semana, cuando no asiste a toda ella. Y al que este año no he podido pillar, teniendo que conformarme con su espíritu que lo sigue impregnando todo, y con su libro de Asturias. Octubre 1934. (Y con su abundante presencia en Youtube.)

Y es el periódico A Quemarropa que sale todos los días y que es gratuito. Y es los dos o tres libros que se regalan cada año, acompañando o no a las exposiciones que también son la Semana Negra. Este año la exposición de cómic era de José Muñoz, con una selección muy peculiar e interesante del propio Muñoz, e iba acompañada de un libro-catálogo de Norman Fernández en el que tengo un texto.

Y es las charlas y conferencias que tienen lugar a lo largo de los diez días que suelen componer la Semana Negra (esta gente no puede evitar que sus semanas sean más largas de lo habitual; son así de grandes). Y en los cuatro días que he estado he podido ver una abarrotada de Maruja Torres, y otra nutrida con Pérez de Andújar (al que no pude saludar), y dos muy instructivas con Albert Monteys y una supersimpática con Juan Giménez, y una conmovedora con las mujeres del carbón. Además de participar en una charla sobre novela gráfica y en un homenaje a José Muñoz.

Y es cenar con una norteamericana desconocida y descubrir que se llama Rebecca Pawel y que seis años antes viste la presentación de su primer libro, y recordar que te lo compraste y que te gustó. Y conocer en la misma mesa a Paula y a Martin. También es ver a Germán, Rafa y José Manuel; a Miguel y Alejandro; a Jorge Iván y Rocío; Carmen y Pedro. Hablar de tebeos con Matt Maden y con Jessica Abel. Saludar a Angel, Maribel y Laura. No poder ver a Javi Riva. Ver apenas a Cristina Macía. Comer con Norman Fernandez y con Pepe Galvez. Etc, etc, etc.

Y es también los bares y los chiringuitos y las colas para comer pulpo y la feria con su noria y sus otras atracciones que ayudan a financiar todo ese espectáculo de cultura gratuita que es la Semana Negra.

Pero, para mí, es sobre todo Ángel de la Calle, al que conozco desde antes de que empezara esta aventura, al que no he visto lo suficiente en este viaje, y que ha tenido el detalle de dejarme leer las 230 páginas de su próxima novela gráfica. Sólo le faltan 40 para acabar. Así que estará a la venta en navidades del 2015. Es tan brillante o más que su obra anterior sobre Tina Modotti.

(Los que sigan sin enterarse de lo que va esto, que vayan a su página web y se descarguen los pdf del A Quemarropa.Mentalícense y acudan el año que viene.)

sábado, 12 de julio de 2014

El hombre de tu vida (Telefé), 2011-2012

La televisión norteamericana domina la red y los medios. De vez en cuando, alguien se acuerda de las producciones británicas, pero sólo de los pelotazos tipo Broadchurch o Sherlock, o de productos equivocadamente calificados de frikis como Doctor Who. Últimamente, gracias a títulos como Bron/Broen (El puente) o Forbrydessen (en castellano The Killing, vete a saber porqué), la gente se va acordando de que el norte también existe. A veces se habla de series francesas como Maison Closé o Braquo, o la reciente y aplaudida Les revenants, pero poco más. Está de moda hablar de la italiana Gomorra, por aquello de la película y de que el autor del libro tiene la cabeza puesta a precio, y que siempre mola hablar de una serie seria, aunque no la hayas visto. En el resto del mundo no hay televisión, o eso parece. Pero, miren por dónde, sí que hay. Por ejemplo, en Argentina.

Argentina es un ejemplo de cómo suplir la escasez de medios con talento e ingenio. Algunos de sus productos, como las brillantes Los simuladores y Hermanos y detectives, ambas del gran Damian Szifron, son un claro ejemplo de ello, y sólo se han visto por aquí en forma de remake descafeinado. (Busquen el original, no se arrepentirán). Pero encontrar material argentino en la red es complicado, y lo de conseguir material en DVD da auténtico sentido a la palabra ignoto. Menos mal que, buscando, buscando, en la red puede encontrarse alguna que otra joya. Muchas veces por pura casualidad.


El hombre de tu vida es una de esas joyas que no parece conocer nadie. Producida por Juan José Campanella, que además la escribe con Marcela Guerty y un equipo de guionistas, se centra en Hugo Bermúdez (Guillermo Francella), un buen tipo que ha criado solo a su hijo adolescente y que acaba de quedarse en paro. Su prima Gloria (Mercedes Morán), que lleva una agencia matrimonial bastante irregular, le ofrece un trabajo de pretendiente. Es decir, le organizará una cita con mujeres a las que deberá enamorar y luego desencantar. Así la agencia tendrá movimiento, él un trabajo y las mujeres con las que se cite una inyección de autoestima que les vendrá muy bien (son ellas las que romperán con él, al descubrir que su príncipe azul les ha salido rana). Hugo acepta muy a pesar suyo, cuestionándose la ética de la situación, pero movido por la falta de dinero. En cada episodio veremos a una mujer distinta, al tiempo que vemos crecer al hijo de Hugo, conocemos la nefasta relación sentimental de Gloria y sonreímos al ver la evolución de la posible relación sentimental de Hugo con Silvina (Malena Pichot), una profesora de su hijo. Como elemento añadido tenemos al padre Francisco (Luis Brandoni), un cura muy peculiar que sirve de frontón espiritual (y nada moralista, ojo) a Hugo.

Un desfile de actrices maravillosas, desde estupendas debutantes como Maricel Cruz a memorables veteranas como Graciela Borges, remata una serie en estado de gloria, bien escrita, dirigida e interpretada y donde se consigue hasta el milagro literario de que un adolescente (y argentino) parezca una persona normal, simpático y creíble (algo prodigioso en este país donde cuesta ver una producción española que tenga un adolescente al que no echarías a patadas de tu casa). Es puro disfrute, cuyo único punto negro es un final algo insatisfactorio al no rematarse ninguna trama y dejar la historia abierta para una tercera temporada que no llegó por motivos a los que no tengo acceso.

Se la he prestado a varios amigos y todos han quedado encantados, pese a la reticencia inicial de que esté “hablada en argentino”. Y si menciono ahora esta serie de dos temporadas (24 episodios) de 2011 es por haberla descubierto en youtube (pinchando en el enlace), y me niego a que mis allegados y yo parezcamos ser los únicos en disfrutarla. Así que, ahí la tienen. Que los pocos que aún me siguen tras estos meses de ausencia prueben a ver. Bueno, los demás también. Me lo agradecerán. 

(Por cierto, en youtube pueden encontrarse bastantes series argentinas de interés, como las citadas anteriormente y otras como Todos contra Juan y Okupas), por citar alguna más.)

jueves, 10 de julio de 2014

Lou Grant (CBS), 1977-1982

Recuerdo una noche de enero de 1991 en la que se emitía Lou Grant en Antena 3. Por la noche, a un horario decente (eran otros tiempos). El episodio de turno era “Impensable”, y trataba de un conflicto en Oriente Medio que podía desembocar en una guerra entre Estados Unidos y la URSS (contado en paralelo con una historia sobre una chica que había sufrido graves quemaduras en un accidente de autobús). Recuerdo que flipé mucho porque justo entonces Bush iniciaba la Guerra del Golfo, y por un momento me pareció ver los entresijos del telediario que habían puesto antes. Todo estaba ahí, en la forma en que Lou Grant y sus redactores de la Tribuna (y supongo que, también, los del telediario español) seguían las noticias y buscaban información para dar contexto a lo que iban a contar a sus lectores (o espectadores), luchando para que los acontecimientos no hicieran vieja la noticia de diez minutos antes. Fue un momento metalingüístico sorprendente. 

A continuación tocaba un programa de actualidad, con periodistas o así (a Lou Grant no se parecían, no) perorando sentados a una mesa y que solía prolongarse hasta altas horas de la madrugada. Resultó que estaban tan alucinados como yo con el episodio de Lou Grant, y el director del programa, creo que Buruaga (¿ven como no se parecía a Lou Grant?), dijo que el episodio de la serie era el que tocaba, que había sido una sorpresa y que no lo habían elegido a propósito para que coincidiese con el tema del momento. Fue uno de esos momentos en los que uno se da cuenta de que hay obras y obras


La serie nació en 1977 y muriò en 1982 por el descenso de audiencia y porque Ed Asner, el actor que encarnaba a Lou Grant, aprovechó la popularidad que le daba la serie para hablar en favor de diversas causas izquierdosas, cosa que al canal (CBS) no le gustó nada de nada. Fueron cinco temporadas inspiradas en sucesos del momento, pero contados de forma atemporal y, por tanto, triste y eternamente actuales. Periodistas que falsean datos o apoyan a un político, el neonazi que resulta ser judío, la esposa maltratada que no delata al marido, la paranoia de estar vigilado por el gobierno... Todo parecen noticias de hoy mismo. La serie sigue siendo actual, válida y muy disfrutable, por mucho que te choque algo su aspecto visual, su fotografía y su imagen de otros tiempos. Lo único que sí queda anticuado o irreal es su retrato de una redacción de periódico donde lo único que importa es la veracidad y la ética del oficio. Aunque si pensamos que la actual The Newsroom de Aaron Sorkin es igual de irreal, igual el adjetivo adecuado sería “utópico”. Por algo inspiró a tantos jóvenes a dedicarse al periodismo.

El episodio de “Impensable” pertenece a la quinta temporada, y ya me habría pedido el DVD de todas las temporadas si existiera. Pero, no sólo en el servicio de compra por episodio de Amazon, que te da el episodio a pelo sin subtítulos ni nada. O sea, que no hay. Por tanto, para verla hay que recurrir al emule. Gracias a ello he podido ver la primera temporada de esta pequeña joya. Me muero por volver a ver ese episodio del que tengo tan bien recuerdo. A ver cómo se me da bajar los siguientes episodios, aunque tengo pocas esperanzas.

(Reanudo este blog tras una temporada complicada en lo personal y lo profesional, con la esperanza de publicar algo cada dos días, como mínimo. Es una idea. A ver si lo consigo o no. Esta entrada debía haberse publicado hace unos diez días, para dedicar esta semana a publicar cada día (¡cada día!) algo relativo al género negro (cómic, novelas, series...) coincidiendo con la Semana Negra de Gijón. No ha podido ser. Y menos ahora que me voy precisamente para allá.

Así que, a ver si nos leemos en dos días, y consigo revivir este blog que tuve que abandonar prácticamente apenas empezado.)


sábado, 26 de abril de 2014

LA CUENTA ATRÁS, por Carlos Portela y Sergi Sanjulian



El amigo Carlos Portela ha abierto un Verkami para poder terminar su estupenda obra La cuenta atrás. Es decir, terminar la segunda parte de la obra. La primera parte se vendió bastante bien, pero el retraso de esta segunda ha hecho que las editoriales quieran sacarlo en obra completa. Una putada para los que tenemos la primera parte, así que a los autores, que también son lectores y nos comprenden, se les ha ocurrido recurrir al crowfunding.Vayan a este enlace y entérense bien, y contribuyan. Por otro lado, es un tebeo de los que deberían enseñarse en las universidades, y no sólo en Bellas Artes. He tenido el honor de leerlo entero y es de esos tebeos que te emocionan y te dejan satisfecho. Y un poco cabreado, claro.

A continuación les va un resumen del proyecto, la portada del primer libro (también conseguible por el mismo sistema y algunas páginas del segundo en estado de acabado decreciente. Espero que les guste todo y corran a comprarlo. Vale la pena. Puede ser el mejor tebeo que se compren este año.


Hace dos años, ante la costa gallega se hundió un petrolero, provocando una marea negra que arrasó con todo. Los peces se envenenaron, el fondo del mar se volvió inhabitable, los moluscos murieron, las aves quedaron atrapadas en el chapapote o no volvieron... Los pescadores se quedaron sin trabajo, las personas enfermaron, los turistas dejaron de acudir, la situación fue trágica para la industria, los negocios, los hogares... Toda la costa quedó afectada de forma irremediable.

Pero eso fue en el pasado. Ahora el mar se ha recuperado casi por completo y todo vuelve a estar tan bien como antes. 

¿O no?

Los políticos saben cómo es la verdadera situación pero tienen que darla por resuelta, y así se lo van a decir al mundo con una gran campaña publicitaria, para que la opinión pública se entere de una vez. Aunque sea con fotos retocadas, ocultando que aún hay playas contaminadas y pesca sin recuperar, exhibiendo unas ayudas económicas insuficientes que muchos ciudadanos aceptaron sin pensar que eran “pan para hoy y hambre para mañana”, y mostrando como próspero un futuro que es incierto.

Todo esto fue lo que pasó con el hundimiento del Prestige. Fue algo que había pasado antes y que, desgraciadamente, volverá a pasar. 

Pero no vamos a contar específicamente la historia del Prestige¸ sino una historia que puede pasar en cualquier costa, en cualquier pueblo, cuando una marea negra lo invade todo. Una historia que pueda representarlas a todas, porque, en el fondo, todas son iguales. Vamos a mostrar la realidad de esta situación a través de diversos personajes relacionados con el pueblo ficticio de Caldelas, uno de los más perjudicados por esa situación. Y nos centraremos en cómo afectaría eso a los habitantes de ese pueblo (dejaremos los daños ecológicos para otra ocasión). 

Serán personajes de todos los estamentos posibles de la sociedad para contar con ellos una crónica tanto social como política y personal. Serán personajes como Otero, el político encargado de quitarle importancia a lo sucedido y que fue elegido para ocuparse de hacer eso mismo. Como Sonia, la reportera del canal local que empezó a trepar cuando la reportera anterior se negó a manipular la noticia. Como Emilio que se verá forzado a emigrar dejando atrás a su esposa Sara, cuando sólo dos años antes había pedido un crédito para poder dedicarse a la pesca. Como Moncho, el joven que abandona el pueblo asqueado y que pareció encontrar una conciencia cívica luchando contra el chapapote. Como Molina, el periodista de prensa escrita que intenta informar inútilmente de la verdad de lo sucedido. Como Salvador, el director del periódico que se ve forzado a tapar la verdad. Como Luki, que montó un supermercado con la indemnización. Como Ana, la voluntaria desencantada...
Y todo ello estará contado empezando en el presente y retrocediendo en el tiempo mes a mes. Cada capítulo se desarrollará un mes antes que el anterior, en una cuenta atrás que nos llevará hasta los inicios de la marea negra. El suspense no estará en lo que pasará en el futuro sino en lo que sucedió para llegar a esta situación actual en la que se ha “superado” la tragedia... 

Así, conoceremos a los personajes en el presente y, a medida que vayamos retrocediendo en el pasado, iremos descubriendo poco a poco cómo son realmente, lo que se oculta tras su actitud y comportamiento actual. Sabremos qué decisiones tomaron, qué cambios experimentaron sus vidas, para convertirse en lo que son ahora, a veces de forma involuntaria, a veces no tanto... 

No habrá ni buenos ni malos, ni se señalará a ningún responsable, porque en el fondo lo somos todos. Sólo veremos a gente incapaz que actúa de forma más o menos egoísta o desinteresada en una situación tan difícil como terrible, para luego seguir con su vida con la conciencia más o menos culpable por lo que hizo o dejó de hacer.

Será un relato coral de una tragedia cotidiana. Y las tragedias nunca acaban bien.


viernes, 25 de abril de 2014

GHOST MONEY 1: LA DAMA DE DUBAI, por Smolderen y Bertail

Dentro de la multitud de trabajos absurdos que le tocan a uno en esto del mundo de la edición, siempre da gusto que te encarguen traducir un tebeo que es bueno, y más cuando ya lo conoces y aprecias.

Traducir un tebeo, un libro, un subtítulo, supone hacer un análisis más o menos voluntario de dicha obra para intentar descubrir qué pretende decir el autor y transmitir esa intención más allá de la literalidad de las palabras. Es una exploración forense de mecanismos literarios y gráficos, recursos estilísticos voluntarios y tics involuntarios. Y cuando la obra es buena, y entiendo porqué hacen los autores lo que hacen, disfruto enormemente haciendo ese trabajo. (Por eso, cuando me piden alguna reseña de un cómic, suelo hacerlas sobre todo de material que he traducido, porque lo entiendo a la perfección). Lo cual me lleva a uno de los tebeos que más he disfrutado traduciendo en los últimos tiempos, aunque me haya llevado más tiempo de lo normal.

De no mediar alguna sorpresa, está a punto de ver la luz Ghost Money, de Smolderen y Bertail, un tebeo que vale realmente la pena. Tiene un guión milimétrico, donde nada está dejado al azar y que se disfruta repasando para comprender los matices que se te escaparon al principio. Y un grafismo que refleja con la misma soltura las destartaladas calles de Irak como la arquitectura pseudofuturista de Dubai. Su estructura de best-seller literario presenta muchos personajes muy bien definidos, un desarrollo sorpresivo de la trama y una ambientación de futuro cercano (los años 2020s). Es una historia de política ficción con amores no correspondidos, conflictos en Oriente Medio y unos Estados Unidos nuevamente conservadores buscando una salida bélica a su crisis financiera, y todo ello centrado en Chamza, una estudiante de económicas, poseedora de una fortuna de cuantía y origen desconocido, que prescinde de fronteras y que está enamorada de un poeta que los Estados Unidos consideran un terrorista en potencia. 

Thierry Smolderen es un excelente crítico y estudioso del cómic, que sabe escribir tanto guiones de autor (McCay, con Bramanti) como de consumo (Gipsy, con Marini), y aquí se lanza a realizar un thriller político que combina ambas vertientes suyas, además de un exquisito planteamiento secuencial y narrativo que delata a quien ha estudiado mucho el medio. Por su lado, el dibujante Bertail realiza un trabajo muy interesante potenciando la espectacularidad de paisajes y entornos, pero sin perder el cuidado por el detalle y los personajes en viñetas de tamaño sorprendentemente reducido para dejar más espacio a esos paisajes que, además, van a sangre.

El resultado es una obra pensada para una edición en álbum de formato grande (aquí no hay reducción de tamaño que valga, si no quieres cargártelo), y cuyo principal y único defecto es que al finalizarlo te quedas con ganas de seguir leyendo. E igual sucede con los álbumes posteriores, que van complicando más y más una historia cuyo final está anunciado en Francia para finales de este año.


(En Ninth Ediciones me aseguran que la edición española será incluso un pelín más grande que la original francesa, y que está previsto editar las entregas con bastante celeridad, publicando en menos de un año lo que los compradores de la edición francesa hemos ido leyendo y releyendo a lo largo de seis años. Cabrones con suerte).

jueves, 24 de abril de 2014

The Worricker Trilogy

Hace tres años vi Page Eight (Página ocho) dividido entre la maravilla y el pasmo (y algo de agobio porque llegaba tarde a la comida de navidad en familia, pero esa es otra historia). La descubrí por casualidad, como pasa siempre en la red, mientras miraba yo que sé qué otra cosa. Me desconcertó la existencia de una película desconocida para mí en la que aparecieran Bill Nighy y Rachel Weisz, donde también salían Michael Gambon y Alice Krige y Judy Davis y Ralph Fiennes y otra gente menos conocida pero de talento sobradamente probado. Resultó que si no conocía la película era por ser de televisión. De la BBC, para más señas. Por tanto, pertenece a ese limbo donde se pierden las miles de películas televisivas que se hacen y que sólo se descubren cuando salen a traición en DVD o te las pone Antena 3 los fines de semana de tres en tres (¿quién podía imaginar que hubiera tantas películas alemanas espantosas en la televisión idem? Yo, por mi parte, era más feliz antes de saberlo o encontrármelas durante la merienda).


Al ver Page Eight, me pasmó que pudiera haber una película de espías donde la gente hablase, no se peleara ni se disparara y se escapara andando deprisa, no corriendo. Me maravilló que se pudiera dialogar tan bien, de forma teatral, falseando la naturalidad, pero TAN bien. Así deberían ser todos los diálogos de las películas y las novelas y los tebeos del mundo: ingeniosos, divertidos, inesperados, huyendo de lugares comunes, comunicando al espectador información que los personajes saben al tiempo que estos se enteran de cosas nuevas, sin horrendas frases informativas tipo “tú, como carpintero, ya sabrás que el martillo se coge por el mango”. Y todos los actores deberían ser como Bill Nighy, o como Michael Gambon, o como cualquier otro de esta película, que dicen las frases como si se les acabaran de ocurrir.

La trama es complicada, y no vamos a adelantarla aquí, pero la historia es relativamente simple: Johnny Worricker (Bill Nighy) es un espía, un analista de información que trabaja en horario de oficina, que se ve arrastrado por su superior y amigo a defender su oficio y su “empresa” hasta las últimas consecuencias. De paso se habla de la lucha por el poder, la manipulación y ocultamiento de la información, la guerra contra el terror, y de que no es lo mismo saber que confirmar. Cosas poco actuales, vamos. Y todo ello contado de forma sutil, discreta, solapada. Nada se explicita sino que se insinúa, y al espectador le corresponde deducir y entenderlo por su cuenta, por ejemplo comprender a la hora de metraje a qué venía el exabrupto del minuto quince, ya que se le considera inteligente y capaz. Un detalle que se muestre tanto respeto hacia nuestra persona.

Es una película enormemente estilizada, no realista, y puede a que a muchos les parezca inverosímil, o que no pasa nada, o que es una chorrada. Para gustos están los colores, y a mí me gustan los de esta película. Afortunadamente, no soy el único, ya que tuvo tanto éxito que la BBC encargó a su director y guionista David Hare que la continuara. Y este decidió hacer dos películas y formar una trilogía bastante coherente para empezar con una película que no esperaba ser continuada. 

La BBC emitió el resultado hace menos de un mes, y está compuesto por Turks and Caicos (Turcas y Caicos, por las islas del mismo nombre) y Salting the Battlefield (Sazonando el campo de batalla), donde además de los actores citados aparecen gente desconocida como Christopher Walken, Winona Ryder, Rupert Graves y Helena Bonham Carter. Dediqué un día de estos últimos meses agobiantes (en que apenas he podido terminar alguna entrada para este blog) a relajarme y disfrutar un poco. Y las continuaciones no desmerecen nada de la película original, y disculpen que no diga nada más de ellas porque sería revelar spoilers de la primera película. Lo importante es que el resultado sigue siendo una abrumadora exhibición de ingenio y talento. Diversión inteligente en grado puro. Recomiendo encarecidamente las tres.



(A pesar de que el Imdb ofrece un título en castellano para la primera película -Entre líneas-, no hay versión española que yo sepa. Igual algún día nos la emite Antena 3 entre una película canadiense sobre adolescentes que caen en el submundo del alcoholismo y un plagio alemán de La jungla de cristal. Mientras tanto, se pueden buscar las tres películas en la red o comprarlas aquí, en Amazon, como siempre, o ambas cosas. Con subtítulos sólo en inglés, claro. Para la primera película se encuentran por internet subtítulos en castellano, aunque la sutileza de los diálogos es mala compañera para el traductor aficionado, y hay cada uno que... Aquí recomendamos los de Argenteam, que, como es habitual en esa página, son bastante decentes y no suelen tener errores flagrantes. Para las otras dos películas, pues... sólo en inglés; habrá que esperar a que algún alma caritativa ponga manos a la obra.)

viernes, 28 de marzo de 2014

True Detective (HBO, 2014)

Alterno la lectura de NOS42, de Joe Hill (que está bien pero de momento no mata), con la de True Detective, de Nic Pizzolato, posiblemente la serie televisiva más literaria que he visto nunca. En su estructura, en sus imágenes, en sus metáforas, en sus desvaríos y digresiones, en la forma en que la acción se aparta de la trama para centrarse en los personajes... Porque esta investigación policiaca en ocho entregas no es sino el retrato de dos detectives que son amigos a su pesar y a los que vemos evolucionar a lo largo de diecisiete años. La investigación de asesinato es el telón de fondo, la excusa más bien, de una historia con ribetes metafísicos sobre el bien y el mal. 

Un asesinato, o varios, porque pronto resulta ser el único visible de una larga serie de ellos con motivaciones oscuras, literarias, perversas, simbólicas... Una investigación contada (e interpretada, ojo) de forma orgánica desde su inicio en 1995, pero mediante un interrogatorio del FBI en 2012 que enmarca la acción y aúna en un mismo relato la visión del mundo, nihilista y enloquecida, del detective prodigio Rust Cohle (Matthew McConaughey) y la de negación conformista de su compañero Marty Hart (Woody Harrelson). Interrogatorio este que también sirve de contrapunto a todo el relato, revelándonos lo que ocultan y no ocultan los dos amigos, qué mentiras cuentan y contaron, y cuánto se respetan mutuamente pese a estar distanciados por algo que sucedió en 2002.

Todo ello ambientado en una Louisiana decadente, abandonada, que respira maldad y podredumbre humana, donde túneles olvidados adquieren resabios de siniestra ciudad perdida, casas desatendidas que son madrigueras, y habitantes casi lovecraftianos. Todo ello en un tono negro e introspectivo que (me) recuerda a los libros de John Connolly, aunque aquí Pizzolato recurra a Ambrose Bierce y a Robert W. Chambers, en vez de a Stephen King. Y con un toque de Nietzsche en las disquisiciones de Cohle. 

Esta historia de redenciones y autojustificaciones, acerca de dos hombres, “uno que sabe quién es y otro que no lo sabe”, parafraseando a Maggie Hart, está rematada con un sugerente prólogo en forma de espléndidos títulos de crédito (debidos al estudio Elastic), ilustrada por una dirección notable de Cary Fukunaga y una fotografía espléndida de Adam Arkapaw, puntuada por unas interpretaciones que nunca bajan de lo superlativo, y con el colofón de una interesante dirección musical que huye de lugares comunes. El resultado es excelente, aunque, como en los buenos libros, no satisfaga a todo el mundo al atarse la trama sólo donde es necesario, prescindiendo de explicar y justificar los muchos vuelos literarios de la trama.
(Por aquí siempre hemos tenido en buena consideración a Matthew McConaughey, no así a los papeles que interpretaba. Es buen actor desde que le veíamos en Lone Star y en Contact. Otra cosa es que después eligiera convertirse en estrella de cine y se haya pasado más de una década haciendo truños de gran estudio sólo visibles cuando en la otra cadena está Sandro Rey inventando predicciones. Últimamente parece haber decidido que igual mola ser actor y ha optado por hacer papeles interesantes, despertando la admiración y el entusiasmo del respetable. Su papel aquí es el más agradecido, gesticulante, desbarrado del payaso faltón, y eso hace sombra a un Woody Harrelson que aguanta de forma notable el tipo en su papel de Augusto. Por no decir que todos están inmensos, desde la estupenda Michelle Monaghan a mi apreciado Paul Ben-Victor, pasando por la indescriptible (me faltan manos) Alexandra Daddario).

miércoles, 26 de marzo de 2014

TIEMPO DE CANICAS, por Gilbert Hernández

Digamos que eres un niño. Todo tu mundo está en las horas que pasas lejos de los adultos, cuando no estás en el colegio o con tus padres. Juegas con tus amigos en la calle porque hay pocos coches. Disfrutas viendo Detective submarino por la tele, leyendo comics fantásticos o de miedo, inventándote aventuras con los amigos, explorando patios y parques. Digamos que son los años sesenta en Los Angeles y que no te llamas Gilbert Hernandez, aunque igual sí.

Tiempo de canicas es tan historia autobiográfica de Gilbert Hernandez como de buena parte de sus lectores. Cuenta cosas que, de un modo u otro, nos han pasado exactamente así, pero no del todo; con esa misma mezcla de tristeza e indolencia, de inevitabilidad e inconsciencia del paso del tiempo. Con esa madre que nos tira los tebeos, o los cromos, cuando no la vemos, con esas rivalidades que se tornan amistades, esos enamoramientos no correspondidos o sí. Con esa humanidad.

Digamos que Tiempo de canicas es una obra precisa, medida, quirúrgica casi, distante pero con sentimiento, de un autor cuyas últimas obras tienen un toque surrealista que (me) causa cierta perplejidad, pero al que seguimos comprando fielmente porque, a pesar de todo, su trabajo sigue siendo impecable. Tras varias novelas gráficas con las “películas” de serie B que protagonizó su personaje Fritz cuando era actriz cutre, y sus ocasionales historias de Palomar, se descuelga ahora con esta narración sencilla y de realización engañosamente simple que tarda en olvidarse. Cuando el amigo Naranjo me prestó el cómic, me dijo: “Aún no he decidido si es buena o mala, pero a mí me ha gustado”. Digamos que comparto esa opinión acerca de esta narración sobre infancias que prescinde de todo lo que uno se espera de este tipo de obras.

jueves, 20 de febrero de 2014

Cultura en la red

Una de las grandes ventajas de esto de internet es que proporciona acceso a cosas que no sabías que existían. Y que te habrían interesado mucho de conocerlas. Antes te quedabas sin ellas, bendita ignorancia, ahora puedes conseguirlas de un modo u otro. 

En una columna sobre televisión comentan que en Amazon.co.uk hay una oferta de 4 libras por las dos temporadas de Sensitive Skin, comedia negra del interesantísimo Hugo Blick (guionista y director de The Shadow Line, que me descargué con entusiasmo hace un par de años y pasé a los amigos), protagonizada por Joanna Lumley, y, tras comprobar que tiene subtítulos en inglés, la pido a ver qué tal. Sigo sin saber qué tal, pero ahí está, bonitamente colocada en la estantería, esperando turno, que posiblemente sea antes del verano, antes de que Blick estrene su siguiente obra: The Honourable Woman, miniserie de espías protagonizada por Maggie Gyllenhaal. Ahora, cada temporada de Sensitive Skin cuesta seis libras, pero sigue siendo una gran oferta para quienes sepan inglés. Seguro. Así, sin verla.




Consultas el IMdb y descubres que Richard Curtis tiene una película para televisión titulada The Girl in the Cafe. No está editada en castellano pero puede comprarse en Amazon con subtítulos en inglés, o buscarse en la red y bajarla aprovechando que hay subtítulos en castellano, y, si te gusta, difundirla entre amigos que no saben idiomas pero ven películas con subtítulos. Cuando por fin la tienes del modo que sea, compruebas algo que ya sabías: no hay ninguna diferencia entre una película de televisión y una de cine. Sólo la interfaz. Y el talento. Tiene todas las virtudes y defectos de una de Richard Curtis, además de estar interpretada por Kelly McDonald y Bill Nighy. O sea, es estupenda, aunque algo blanda y bienintencionada. Como todas. Lo de Black Adder debió escribirlo algún gemelo malvado.

Lees The Guardian y descubres que en la sección de televisión se menciona una serie, un reality, un documental, que igual te interesa, o igual no. Si es de la BBC, hay subtítulos en inglés para cualquier cosa de la cadena desde que en 2007 implantó un servicio de streaming llamado BBC iPlayer, donde tienes hasta los concursos. Si es de otro canal, la cosa es más complicada, pero siguen encontrándose subtítulos en inglés para algunas cosas. Por ejemplo, hace un par de meses la BBC emitió un documental titulado Michael Palin in Wyeth's World, donde el miembro de los Monty Python habla de la obra y la vida de Andrew Wyeth. Conseguí encontrar el documental, y los subtítulos de iPlayer, y disfruté muchísimo con ese retrato fascinante de un pintor que apenas salió de su pueblo y que, además de su nutrida obra oficial, se pasó quince años pintando en secreto a la criada de un vecino. El documental está realizado con todo el cariño y la admiración que se merece uno de los artistas definitorios del siglo XX. No ha salido a la venta en ninguna parte, pero alguien lo ha subido a youtube, con unos subtítulos automáticos espantosos (si alguien quiere los de iplayer, que los pida por aquí), pero al alcance de todo el que sepa algo de inglés. Vale mucho la pena. Desgraciadamente esto sólo pasa con la BBC, no con la ITV o el Channel Four, aunque están en ello. Tampoco he encontrado un servicio semejante en Francia u otros países. En España tenemos en RTVE esa maravilla que es Televisión a la carta, y alguna cosa en los otros canales, pero no es lo mismo. 


Te enteras de que en Angouleme le dieron el año pasado un premio a The Nao of Brown, de Glynn Dillon, y buscas páginas y reseñas y recuerdas que dibujó en Vertigo hace años y averiguas que es su primer tebeo en diecisiete años y decides que te merece la pena y lo compras por BookDepository, antes de saber que aquí lo ha sacado Norma. Y lo disfrutas, y te admiras de que este hombre haya hecho un retrato femenino tan creíble y poco masculino, y, si buscas en la red, descubres que las últimas páginas son más flojas porque las hizo enfermo, pudiendo dibujar apenas, pero luchando para terminar su obra. De paso, en la página de Angouleme ves que uno de los premiados de este año es Mauvais genre, de Chloé Cruchaudet, y buscas críticas y lees un adelanto en francés y te parece interesante y descubres que en España lo editará Dibbuks en un par de meses y, en vez de arriesgarte a pedirlo en francés, decides esperar. Mientras lo haces, googleas a la autora y encuentras algo llamado Groenlandia-Manhattan, editado por Norma. Lo buscas en internet o lo lees en la biblioteca del barrio porque no conoces a nadie que lo tenga, compruebas que a la autora le va lo de “basado en hechos reales” (tanto este como el de Dibbuks lo están) y que entre este álbum y el que sacará Dibbuks hay un tremendo salto gráfico a mejor. El libro está bien, y, aunque no es de mi gusto, su historia de unos esquimales trasplantados a la vida moderna de la Norteamérica de principios del siglo XX es interesante y anuncia una autora muy prometedora: nunca me lo habría comprado, pero ahora es muy probable que el de Mauvais genre acabe en casa. Y, si la autora sigue así, también el siguiente.


En un Locus hay un artículo de Cory Doctorow donde te dice que cuelga gratuitamente sus novelas en la red, porque si a alguien le gustan tanto sus libros como para dedicar unas setenta horas a escanear uno y corregirlo y repasarlo y colgarlo en la red, ya lo cuelga él, máxime cuando ha descubierto que la venta de sus libros se ha triplicado desde que están en la red. Y vas a su página web y te bajas Little Brother para leerlo, y te gusta tanto que se lo recomiendas a dos o tres editores amigos, que tardan demasiado en hacer gestiones y Ediciones Urano se les adelanta al comprar los derechos. Esto pasó hace un par de años, y el libro salió ya, con el correcto título de Hermano pequeño. Cómprenlo, es estupendo.

Y un estudio poco difundido, creo que de un instituto alemán, dice que quienes más cosas se bajan de internet son las personas que más discos, libros y películas compran. Y me lo creo. Porque bajarse un torrente con dos mil libros escaneados no quiere decir que los vayas a leer y que mientras tanto dejes de comprar libros, sólo los acumulas mientras sigues comprando, y a veces los utilizas para probar con un autor u otro. Las casas de mis amigos son una prueba de ello. La mía también lo es, y lo sería aún más si tuviera más dinero y espacio. Todo lo que me bajo y acumulo de internet (y es mucho) no me impide pagar por Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak, comprar The Devil's Candy: The Anatomy Of A Hollywood Fiasco para el kindle o encargar la edición completa de Les incidents de la nuit de David B (¡Por fin, tras diez años esperando el final!). Y lo hago aunque debería contenerme mientras no libere espacio donando otras veinte cajas de libros a alguna de las bibliotecas del barrio. Hasta entonces, cuando un mensajero me trae algo, le doy de propina un tebeo o un libro para su pasmo y, ocasional, alegría. 

Escribo esto en unos momentos donde un gobierno que confunde la propiedad intelectual con los derechos de autor intenta poner puertas al campo y anuncia para lo segundo normas que ya existían, inventa otras que se demostrarán inútiles y sigue sin ver que lo que se necesita es instaurar otro tipo de política educativa que aliente el consumo racional de cultura y facilitar un modelo de intercambio de información eficaz y económicamente beneficioso para todos, en vez de ponerle zancadillas. Y lo dice alguien que tiene varias de sus obras “pirateadas” en la red. Porque, parece ser que todo esto perjudica a la cultura, en vez de beneficiarla. Porque lo de los párrafos anteriores no es cultura, parece...


lunes, 17 de febrero de 2014

Ernest y Celestine (2013)


Es infantil, para niños, no para todos los públicos, pero como las buenas obras infantiles está escrita por adultos que saben que los niños no son tontos. Y que hay que contar una historia con principio, desarrollo y final, con sorpresas a cada paso para que no se sepa cómo va a pasar lo que debe pasar.

Es la historia de cómo se conocen y se hacen amigos un oso y una ratoncita, cuando sus respectivas razas, mundos, sociedades, les dicen que eso no puede ser. Está basada en una colección de cuentos ilustrados obra de Gabrielle Vincent, alias de Monique Martin, que dedicó su talento pictórico a realizar una serie de acuarelas exquisitas, minimalistas casi, pero llenas de una fuerza sorprendente, con las que ilustró una serie de libros con anécdotas literarias simples, casi poéticas. Y si en los libros los personajes se conocen de siempre, aquí explican cómo se conocen.

Y siendo como es, terriblemente respetuosa con el espíritu de los libros, toda la película está animada al estilo tradicional, a mano, con un diseño de paisajes y personajes a base de acuarelas y trazos sueltos. Con unos movimientos y una gestualidad muy basada en un humor de cine mudo, tan sutil y tan raro de ver últimamente que casi parece novedoso. Y siguiendo un guión de Daniel Pennac que me tiene maravillado por lo ingenioso que es en muchas escenas y por la forma en que se las arregla para que lo previsible tenga lugar y se desarrolle de forma inesperada, por la manera en que gestos lógicos e inevitables acaban teniendo consecuencias sorprendentes y definitorias para los personajes. Mañana correré a comprar algún libro de este hombre.

Es hora y media de disfrute, llena de sensibilidad, ingenio y clasicismo bien entendido. Pero al ser conscientemente para niños, y no ser guay como una de Pixar, ni estar de moda como una de Miyazaki, muchos adultos que la vean con sus hijos la ignorarán o la menospreciarán, sin darse cuenta de que no se han aburrido en ningún momento. 

Es una película mágica, se titula Ernest y Celestine, pasó sin pena ni gloria las pasadas navidades por los cines y es candidata a los Oscars. Compite con dos películas tan divertidas como Los Croods y Mi villano favorito 2, con una tan comercial y entretenida como Frozen y con una de Hayao Miyazaki, así que no creo que gane, pero es de la única de la que me compraré el DVD (bueno, la de Miyazaki también). Y lo haré esperando que entre los extras se incluya el divertidísimo making off de la película que uno de los directores está publicando en un blog. Se actualiza tres veces por semana y ahora mismo se anda por el storyboard.



jueves, 13 de febrero de 2014

Pilotos televisivos

Suelo estar bastante al día de lo que se hace en televisión, y como los amigos me dan la murga, y me preguntan qué les sugiero, voy a repasar algunas novedades recientes. Sólo a partir de los pilotos. Para que sepan lo que les espera. 


Intelligence (CBS): No tiene. El nivel de escritura es pedestre como poco. A su lado, Se ha escrito un crimen es de la HBO. Es como un remake de El hombre de los seis millones de dólares, solo que las chupas que llevaba entonces Lee Majors eran más chulas. A un miembro de Delta Force le ponen un chip en el cerebro que le permite acceder a todo tipo de información y montarla mentalmente como si fuera un puzzle, lo cual lo convierte en una superarma para realizar misiones difíciles. O sólo complicadas, no lo tengo claro. Los protas son Josh Holloway (Sawyer en Perdidos) como chip humano, Marg Helgenberger (Catherine Willows en CSI) como su jefa, y Meghan Ohry (Caperucita Roja en Érase una vez) como su guardaespaldas. Esto no lo salva ni Caperucita Roja, que encima va todo el tiempo con pantalones. No creo que pase de los trece episodios, a no ser que al canal le vaya muy pero que muy mal en sus otras series. Y no, con ese equipo de guionistas no puede mejorar. En España empezó a emitirla FoxCrime la semana pasada.

Almost Human (Fox): La mediocridad hecha alta definición cortesía de un señor tan válido como J.H. Wyman, que cuenta en sus créditos con la desigual pero interesantísima Fringe y ese thriller triste que es La venganza del hombre muerto (película sorprendente, a la que sólo le sobra un tiroteo final a lo Jungla de cristal, que no tiene nada que ver con lo que pasa en los cien minutos anteriores). Ciencia ficción con policía cascarrabias y pierna artificial que resuelve casos futuristas de hace veinte años con la ayuda de su compañero, un robot descatalogado y simpático. Aunque lo parezca, no está basado en nada de Isaac Asimov, que de estarlo se revolvería en su tumba. Es todo tan mediocre que no se sabe si hay posibilidad de mejora en el futuro. Karl Urban y James Ealy hacen lo que pueden con el material que les dan sin conseguir levantar el resultado. También sale la gran Lili Taylor, pero no sé para qué ni porqué (probablemente para pagar las letras de la piscina, o algo así, lo cual me parece muy digno, ¿eh?). Los que quieran aburrirse pueden verlo en AXN,


Helix (Syfy): En una base de la Antártida hacen terribles manipulaciones secretas y genéticas. Pero se les escapa un virus y, a pesar de que todo es muy secreto, llaman a los del CDC para ver lo que pueden hacer. Parece que poco, ya que allí todo el mundo miente, traiciona a los demás y oculta algo, porque lo que pasó es secreto. Esto a pesar de que la palmarán si los del CDC no saben lo necesario para crear un antivirus y atajar la plaga. Hay momentos efectistas, actores de segunda, dirección regularcilla y la cosa se hace llevadera sólo por la curiosidad de ver cómo acaba, y más cuando, teóricamente, sólo serán trece episodios. Ignoren el hecho de que en los créditos aparece el nombre de Ronald D. Moore (sigan el enlace y vean porqué es un señor a considerar, aunque no siempre bien), porque aquí no escribe nada y debió limitarse a presentar el proyecto al canal junto con otros dos (que también le aprobaron, por cierto). Mi hermano lo resumió muy bien en un WhatsApp: “Y Helix es normalita; muy poco profesionales los del CDC”. Supongo que la emitirá Syfy un día de estos.


The Musketeers (BBC1): Adrian Hodges, creador de Primeval (Invasión jurásica o Mundo primitivo, dependiendo de la cadena que lo emitiera aquí), hace una de mosqueteros. Coge los personajes y el ambiente de Alejandro Dumas y los convierte en protagonistas de una serie semanal, con los mosqueteros del título frustrando semana a semana los complots de Richelieu y sus secuaces. Ambientación exquisita, guión funcional, dirección artística tan buena como era de esperar, y completamente olvidable si no se tiene una fijación personal por los mosqueteros y esas cosas. Yo la tengo por los dinosaurios y me lo pasaba en grande con Primeval hasta que se marchó Hodges (luego empeoraría un tanto), pero siempre fui consciente de que era una serie de capturar al dinosaurio de la semana, competente y poco más, por geniales que fueran los bichinos animados por ordenador. Así que, decidan. No sé cuándo la pondrán en España, ni en qué canal, pero seguro que cae en alguno (apuesto por Boing).


True Detective (HBO): Siguiendo la tendencia de thrillers lentos que nos invade de un tiempo a esta parte (véase The Fall), este es serio, pausado y profundo. Casi como uno sueco (véase The Killing). Crímenes siniestros en una Norteamérica desolada al estilo de Andrew Wyeth y Edward Hopper (aunque hecho de menos los planos generales clínicos que habría utilizado un director europeo para situar mejor el grado de abandono y alienación del paisaje). Muy bien escrita por Nic Pizzolatto (sólo conocido por escribir antes una novela, que, ahora que caigo, debería comprarme), dirigida de forma brillante por Cary Fukunaga y estupendamente interpretada por Woody Harrelson y Matthew McConaughey, es una de esas series que prefieres tener completa antes de verla. Es muy improbable que el señor que escribe este primer episodio la cague mucho en los siguientes. Sólo podría malograrse si se pasa de pedante o pretencioso, peligro del que es consciente, pero hasta eso sería perdonable y seguiría valiendo la pena verla. Notable, oigan. La está emitiendo el Plus, primero subtitulada y dos semanas después doblada..

La caza - The Fall (BBC2): La única serie reciente a la que le traducen el título y van y lo cambian. Día a día de una inspectora de policía (una grandísima Gillian Anderson) y de un asesino en serie (impecable Jamie Dornan) abocados a enfrentarse. Aviso que pese a lo que sospechen tras leer la frase anterior esta serie es lo menos parecido a un episodio de Mentes criminales que puede imaginarse. Sobria, densa, reposada, detallista, huyendo de efectismos gratuitos y machistas, con una escritura cuidada y concisa. Cinco episodios exquisitos, con el final más frustrante que he vivido en mucho tiempo, casi de cine de los setenta. Confieso que no me limité al piloto y que la vi completa el año pasado, y si la menciono aquí es porque esta semana, esta misma noche, empieza a emitirse en AXN, coincidiendo con el rodaje de una segunda temporada que, espero, hará menos frustrante el final de la primera. El guionista es Allan Cubitt, conocido en esta casa por haber escrito un Principal sospechoso y la película Sherlock Holmes y el caso de la media de seda. Es tan buena que se merecería una entrada entera de este blog. O un libro. Igual cuando vea la segunda temporada...

En unos días más pilotos.

miércoles, 12 de febrero de 2014

NORTON GUTIÉRREZ, de Juan Sáenz Valiente

Lo bueno de los tebeos es que muchas veces sólo hay que abrirlos para saber si te merece la pena comprarlos. ¿El dibujante sabe lo que hace o sólo se defiende y disimula sus limitaciones? ¿Compone la página o no sabe lo que es eso? ¿Sabe narrar o sólo acumula viñetas? ¿Cómo resuelve cada secuencia? Todo eso se sabe al primer vistazo. La apuesta está en la calidad del guión, porque la planificación puede haberla manipulado el dibujante y no siempre basta con leer unas frases de diálogo para saber si el guionista domina algo más que ortografía o gramática (¡y hay tantos que ni eso!). Recuerdo que allá por 1984 compré en un puesto del Rastro madrileño un Swamp Thing yanqui directamente importado de la base norteamericana de Torrejón. El número 24. Tenía un dibujo extraño y gótico de Stephen Bisette (al que conocía y apreciaba) y de John Tottleben (al que no conocía), pero con mucha atmósfera, una planificación hábil, y algo especial en las secuencias y los diálogos. Me lo llevé para probar y una semana después volvía corriendo para comprar todos los números que pillara. Qué mal rollo, por Dios. Qué acojone, qué canguelo, qué maravilla. Había descubierto a Alan Moore.

No es que Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak sea una obra a la altura de aquel trabajo de Alan Moore, pero al leerlo tuve la misma sensación de haber descubierto un tesoro escondido, algo que nadie más parecía conocer. Esto era fácil en aquellos tiempos sin internet, resulta más difícil en esta era de información, flujo de datos y cotilleos que pasan por información. Pero apenas he visto reseñas de este tebeo. Ni idea de porqué. Igual no lo ha visto nadie, lo cual me parece improbable, dado lo mucho que abulta en las librerías. (Corrijo, Carlos Portela sí lo ha visto, y también es un defensor entusiasta de este tebeo). 

Es un libro grande, bien editado, bonito, con dibujo exquisito y brillante y una secuenciación cuidadosa; de esos tebeos que al comprarlos sabes que te merecerán la pena aunque luego resulte que el guión es flojillo. Afortunadamente, al guión se puede poner alguna pega, pero no esa. Es ingenioso y divertido en su trama, sus personajes y sus secuencias. Y está servido por un dibujo minucioso, detallado, hábil, perfecto para contar una aventura al estilo antiguo, más Tintín que Indiana Jones, donde lo que importa es el salto de viñeta a viñeta, no el de página a página, con una planificación muy “línea clara” al estilo Hergé y un grafismo postmoderno que recuerda a gente como Chaland o Clerc.

La historia es extravagante y divertida, homenaje y parodia de las antiguas historietas de aventuras, donde todo puede pasar y todo pasa, desde un protagonista a lo Walter Mitty que busca romper la agobiante rutina familiar a científicos locos con robots gigantes, pasando por civilizaciones perdidas, tesoros ocultos, futuras novias buscando a un pariente perdido y un fortachón llamado “Tetas”. El único problema del guión es un toque sentimental que chirría con el planteamiento gráfico de la obra, porque Hergé para la aventura y el humor bien, pero para lo de los sentimientos más bien no.

Y tiene un dibujo tremendo. Con una línea limpísima, una distribución exquisita de los espacios, una gestualidad notable en los personajes y una gran capacidad para dibujar todo lo que haga falta sin buscarse atajos o disimulos. Es impresionante. Casi tanto como mi hallazgo de un nuevo talento con muchísimos años de oficio. Qué se le va a hacer. Soy un ignorante. pero más vale tarde que nunca.

(Habría sido preferible que Bang optara por una edición en papel satinado, ya que el papel poroso absorbe demasiado el color y en momentos puntuales dificulta la lectura. 

Como ya será obvio, el argentino Juan Sáenz Valiente es casi un desconocido en esta casa. Buscando, he encontrado alguna historieta con Trillo publicada en Francia, unos trabajos en Fierro y bastantes páginas e ilustraciones en la gran revista Orsai (demostrando nuevamente que su editor, Hernan Casciari, sabe lo que hace). Excusaré mi inutilidad al relacionar este trabajo con los anteriores de Valiente en que el hombre cambia de estilo para cada trabajo y ninguno anterior se parecía a éste. También hace televisión y protagoniza un reality raro en su país, llamado Impreso en Argentina, donde recorre las obras puntales de la literatura argentina con intención de adaptarlas a la historieta, y que puede verse aquí. La cosa tiene muy buena pinta y puede que en cuanto reúna tiempo para visionarla, haga una entrada en este blog. Mientras tanto, estaré atento a futuros trabajos de este hombre).

lunes, 10 de febrero de 2014

ALFONSO TABURETE, por Sybilline, D’Aviau y Capucine.


Han sido tres semanas un tanto agobiantes que me han tenido apartado del blog y de otras cosas. Apenas he podido reservar un poco de tiempo para ordenar y tirar papeles; hacer sitio en la almoneda que tengo por casa, que buena falta me hace. Una labor arqueológica de resultados pasmosos. He reencontrado deberes pendientes y listas de propósitos incumplidos, he formado montañas de deuvedés por ver y por colocar y por regalar (porque venderlos no sale rentable, la verdad), he apilado libros que no recordaba haber comprado o que recordaba haberlos comprado hace demasiado tiempo, y he descubierto tebeos que no sabía que tenía, algunos sin leer y otros incluso traducidos por mí, mientras sigo sin encontrar los que sé que tengo pero no sé dónde. También he intentado ordenar los discos duros para ver qué película o serie veo a continuación (a altas horas de la noche, parece), o si paso a consumir las series inglesas que compré en Amazon y que tengo en la estantería de espera. Pero es inútil, no hay orden que valga.

Una vez tiradas algunas pilas de papeles, paso a los discos y los tebeos. El orden de trabajo es el único que me resulta evidente: empezar por el montón que más molesta, para quitarlo cuanto antes de en medio. Por ejemplo, este de tebeos, que tiro cada vez que echo hacia atrás la silla. 

Al examinarlo constato que, por mucho que siga al día en series de televisión (veo dos episodios diarios o una película), hay cierta desincronización entre el quiosco y mis lecturas, como de año y medio. Y algunos de los tebeos con los que más me he divertido últimamente han pasado sin pena ni gloria por las librerías, y casi por la red. No entiendo muy bien por qué se ha hablado-escrito tan poco de ellos, y sí de otros que me parecen directamente peores pese a su notoriedad. Será por modas. O por un buen servicio de prensa. O yo que sé porqué. Y creo que estaría bien reseñarlos aquí, porque creo que merecen otra suerte que no sea quedar enterrados en alguna estantería perdida de un librero, un distribuidor o un editor. Merecen leerse y disfrutarse. Digo yo. Pasemos al primero.

Es muy complicado escribir algo poético, sencillo, mágico, sin que suene forzado o impostado, o quede idiota. No es habitual que un dibujo sea pura simplicidad y que su trazo evidencie talento y años de profesión. Y no es normal que una historia protagonizada por un personaje que es poco más que un monigote te arrastre en una odisea de descubrimiento de su propio ser, del mundo que le rodea y del porqué de su existencia. Todo esto se encuentra en El gran vacío de Alfonso Taburete.

Alfonso nace un día en medio del bosque y recibe su nombre de un Señor que lo ha visto crecer. Y entonces parte en busca del significado de su vida y de la forma de relacionarse con el mundo, en un viaje iniciático doblemente metafórico en el que conocerá numerosos personajes de toda forma y condición, como un ser incompleto por el agujero que tiene en el centro del pecho, una llama que se consume al emocionarse, un calamar mercader, una niña gigante (o no) y otros personajes al uso. Su viaje es divertido, ingenioso e inventivo en escritura y en narración, ideal para todos los públicos. Sobre todo si te interesa la narración gráfica, dada la multitud de recursos y soluciones visuales que utilizan los autores. Una obra tan sugerente como deliciosa.


(En España, y en esta casa, apenas se conoce la breve obra del dibujante Jerome D’Aviau y de la guionista Sybilline, aunque los dos intervinieron en Primeras veces, bonito y curioso libro editado en tiempos por La Cúpula y (¡Oh, sorpresa!) traducido por mí. Capucine, que figura en los créditos para mi desconcierto inicial, es la rotulista del libro en su edición francesa, donde hizo un excelente trabajo que ha tenido su justa correspondencia en la estupenda edición española.

El libro fue editado hace año y medio por Dibbuks, que colgó un video anuncio en Youtube para promoción del mismo. El que yo lo lea por primera vez al cabo de tanto tiempo de su salida me hace pensar en las cosas que habré comprado y que estarán extraviadas en el batiburrillo de casa. Y tiemblo.)

domingo, 12 de enero de 2014

Odd Thomas (2013), Stephen Sommers

Dean R. Koontz es un escritor de Serie B, uno de esos que antes se consideraban, con cierto desprecio, autores de best sellers. Sus libros son de terror-fantasía-ciencia ficción-conspiraciones, siempre ambientados en nuestro tiempo, con una calidad literaria justita, premisas interesantes y resoluciones a veces cuestionables. Hace mucho que no lo leo, pero cuando trabajaba de botones era perfecto para leer en el metro o el autobús mientras recorría Madrid repartiendo billetes de avión. Ágil, rápido, con numerosas sorpresas y un control muy eficiente de la atmósfera y el suspense.

El ser un superventas y de Serie B lo convierte en el autor ideal para ser llevado al cine y/o la televisión. Y así ha sido una docena de veces. Siempre con mala fortuna, y siempre estropeando el material de base de forma notable. Tanto que el autor ha decidido dejar de vender automáticamente los derechos de su obra y ha decidido cederlos sólo cuando cree que hay posibilidades de un resultado decente.

Entonces apareció Stephen Sommers, guionista y director de Deep Rising, y de La momia, notables ejemplos de Serie B que equilibran a la perfección las exigencias del cine de terror y de aventuras con personajes definidos y un notable sentido del humor autoparódico. El aplauso y la taquilla debieron subírsele a la cabeza, porque después de estas dos películas fue olvidándose progresivamente de los personajes y confundiendo ritmo con velocidad para hacer cosas lamentables como El regreso de la momia, Van Helsing y G.I. Joe, cada una peor que la anterior. Las tres tenían buenas ideas y todos los elementos necesarios para ser películas más que decentes, pero se vieron ahogadas por un exceso de acción sin sentido y unos personajes que a los cinco minutos de metraje habían perdido todo su posible carisma (una hazaña con actores como Brendan Fraser, Hugh Jackman o Dennis Quaid).


Mientras esperaba yo con temor su próxima película, ese remake de Cuando los mundos chocan (estupendo clásico del gran Rudolph Maté, por cierto), descubro con sorpresa que ha hecho una película cuyo rodaje había olvidado, Odd Thomas, y que no se ha estrenado en los cines por un pleito entre las productoras responsables de la misma. Es una película basada en un libro de Koontz, cuyo protagonista puede ver fantasmas y se ve impelido a participar en asuntos relacionados con ellos. La película ha ido directamente a DVD, pese a tener un presupuesto y una producción notables. Y, mira, Stephen Sommers parece haber recordado cómo se escribe un guión y cómo se organiza el suspense de una película, porque el producto es bastante decente, incluso muy entretenido (aunque un pelín, sólo un pelín, menos de velocidad le habría venido muy bien).

Odd Thomas, cazador de fantasmas (título español que no sólo es equivocado, al no cazarse ningún fantasma, sino que parece pensado para que huyamos de la película) es un lujo en el actual mercado de blockbusters con argumentos estúpidamente retorcidos y personajes definidos por una única emoción que les dura toda la película. Tiene una premisa clara y sencilla (va a pasar algo terrible, no se sabe el qué, y hay que evitarlo), un guión que complica la historia de forma lógica y unos personajes creíbles (definidos, ¡oh, increíble!, por lo que dicen y hacen). Tiene sentido del humor, suspense, ritmo, y se las arregla para que las muchas sorpresas del guión lo sean y alguna incluso te acompañe después de los títulos de crédito. Siento no apuntar algo más de la trama, pero luego los amigos me acusan de spoilear

Dean R. Koontz ha quedado muy contento del resultado, y eso debería bastar para cualquier consumidor compulsivo de productos de entretenimiento harto de que no lo entretengan. Como yo.

(Por cierto, la película está ahora mismo en alquiler en el videoclub, dvdclub o lo que sea, de la esquina. Dentro de un mes saldrá a la venta. No voy a decir que sea de compra inmediata e inexcusable, pero sí que no me importará tenerla cuando la oferte algún periódico, aunque ya la haya visto varias veces tras “estrenarse” en los muchos canales de nuestra televisión).