viernes, 5 de septiembre de 2014

Godzilla (2014)

Ver el Godzilla de Gareth Edwards es un poco como contemplar las 36 vistas del monte Fuji que realizó Hokusai: estampas de profundo carácter poético donde el hombre interactúa con los dioses de la naturaleza (siempre en presencia del Fujiyama, fuente del secreto de la inmortalidad), integrándose más o menos en ella, pero siempre de forma precaria y fugaz, sobrepasado, cuando no directamente ausente. 

Ante un guión comercial y completamente carente de interés, el director Gareth Edwards opta por la poesía visual que tan buenos resultados le había dado en su opera prima Monstruos, y apuesta por una contemplación de lo gargantuesco y lo ajeno desde el punto de vista de los asustados humanos. Una sucesión de estampas desconcertantemente pausadas e impresionistas que se te quedan en la mente: los monstruos enfrentados en la lejanía a través de una puerta que se cierra, Godzilla nadando rodeado de portaaviones más pequeños que las aletas de su lomo, la inundación vista a través de un escaparate, la bomba que explota casi fuera de plano y en silencio...

Un puñado de vistas de Godzilla hiladas por una historia curiosamente respetuosa con las películas iniciales y que suplen con estética la ausencia de emoción y tensión. Un blockbuster contemplativo.

(Las estampas del monte Fuji tuvieron tanto éxito que Hokusai añadiría diez más, dando un total de 46. Posteriormente, en los últimos años de su vida reincidiría en el tema y haría una secuencia de cien vistas.)

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Sunshine on Leith (2013)

El musical es un género teatral donde una trama sencilla da pie a números musicales más o menos relacionados con dicha trama. Los conflictos se exponen y se resuelven de forma directa, sin complicaciones, en una estilización de la realidad que no suele ser apreciada por todo el mundo. Lo cual no quita para que haya compositores o libretistas como Stephen Sondheim, o Lerner & Loewe, que abunden en sutilezas y complejidades inusitadas en el género. Yo me aficioné a él con Cantando bajo la lluvia, una de las películas más perfectas que se han hecho nunca. 

Por tanto, no es de extrañar que en momentos de tristeza y nostalgia recurra a ver Amanece en Edimburgo (Sunshine on Leith), un musical como es debido, lleno de optimismo y alegría. Mi hermano, en cambio, opta por Los mercenarios 3, que le ha parecido la mejor de las tres, además de asegurarme que la copia pirateada que ha encontrado en la red tiene tanta calidad que al estudio le va a oler a cuerno quemado (Y así ha sucedido después de que escribiera estas líneas, hace ya un tiempo).

La película es un producto extraño, profundamente respetuoso con el planteamiento y estructura del musical tradicional (al fin y al cabo proviene de una obra teatral montada alrededor de las canciones de The Proclaimers), pero rodada de forma naturalista, casi documental, en escenarios reales e integrando los números musicales de manera “orgánica” en una trama dramática tan sencilla como es de esperar en una obra del género, hasta el punto que el número final está resuelto de forma ingeniosa como si fuera un flash-mob (incluyendo un plano cenital a lo Busby Berkeley). Sólo el número musical en el museo resulta chocante y/o forzado, demasiado teatrero para el tono general de la película. Aunque todos los intérpretes están muy bien, destaca por debilidad personal la estupenda Jane Horrocks, y sorprende ver a Peter Mullan cantando sin hacerlo estrepitosamente mal pese a no ser lo suyo.

Por cierto, el director es el actor Dexter Fletcher conocido y apreciada en esta casa desde sus inicios como actor en la impresionante Pandilla Plumilla (Press Gang), serie sobre un periódico escolar en los noventa, escrita por Steven Moffat, de la que ya hablaré en otra ocasión. Parece ser que tiene una película anterior de género negro y que fue muy bien recibida. Buscarémosla. 

(“La vida es aquello que te pasa mientras haces planes”, creo que dijo John Lenon. Y está aquello de “si quieres hacer a reír a Dios, cuéntale tus planes”, que no sé quién lo dijo, quizá Homero. Pues, eso, ténganlo en cuenta y veamos cuándo vuelvo por aquí.

Por otro lado, para ver algunas escenas de esta película (todas musicales), pásense por aquí.)

viernes, 25 de julio de 2014

AIR MAIL, por Atilio Micheluzzi

En algún momento de esta semana ha debido salir a la venta el Air Mail de Attilio Micheluzzi. Es un tomo integral recopilando las cuatro aventuras de la serie, cuatro aventuras con sabor al antiguo Hollywood, cuatro historias que podrían estar protagonizadas por Clark Gable y Mirna Loy (por ejemplo), cuatro historias, en suma, muy de Micheluzzi, amante de la narración al estilo clásico. 






















Si hay alguna obra cuyos mecanismos artísticos y narrativos entiendo a la perfección suele ser una que he traducido. No me queda más remedio si quiero poder ser fiel a la obra original. De ahí que muchas de las reseñas de cómic o de literatura que he hecho a lo largo de los años hayan sido de obras traducidas por mí. Y normalmente prefiero hacer las reseñas de obras que me han interesado mucho o que me han divertido o que, me temo, que no van a tener la repercusión considero se merecen. Y en este último caso está Air Mail, cuya publicación me alegra hondamente y que merecería ser recompensada con el éxito.

Debo confesar que me lo he pasado en grande traduciéndolo. Nunca me había topado con alguien tan descarado dibujando y escribiendo. Conocía a Micheluzzi de antes, pero había leído su Johnny Focus y su Roy Mann hace más de veinte años y sólo tenía un recuerdo difuso y agradable de él. Me he encontrado con un autor que empieza a trabajar con una idea más o menos clara de a dónde quiere ir para luego ir improvisando sobre la marcha hasta alcanzar el final de la historia. Aquí no hay un hay una estructura férrea y precisa como un reloj, sino una improvisación gozosa a partir de un sencillo esqueleto argumental previo, apoyada en unos diálogos frescos, simpáticos y divertidos, y en un narrador en tercera persona tan desenfadado que tiene flashbacks propios al margen de la historia y que en ocasionas hasta le cede la palabra a los protagonistas. Igual sucede con el dibujo, hábil y muy bien iluminado, que alterna escenas de resolución brillante con otras rematadas a cien por hora y/o de forma desconcertante, pero siempre de una forma que denota la diversión del propio autor.

En todo, este integral da una idea de porqué Attilio Micheluzzi es considerado un clásico italiano. Aventura en estado puro que se lee con una sonrisa. Espero que haya más.

miércoles, 16 de julio de 2014

Semana Negra 2014

Volví la semana pasada a la Semana Negra tras una ausencia de cinco años. Volví a un emplazamiento nuevo, que no conocía pero que es el de siempre. Porque la Semana Negra son las carpas de conferencias, y de librerías y de exposiciones, es la capacidad multitarea de Ángel de la Calle, y es la serenidad de Paraja y la sonrisa de Marta y la música de Susana. Y es María y Lourdes y Roberto hasta las tantas.

Es, sobre todo, Paco Ignacio Taibo II, que ya no dirige la Semana Negra (concentrado como está en su papel de vicepresidente del Morena) pero que sigue estando muy presente, aunque nunca sepas si va al principio, al final o en medio de la semana, cuando no asiste a toda ella. Y al que este año no he podido pillar, teniendo que conformarme con su espíritu que lo sigue impregnando todo, y con su libro de Asturias. Octubre 1934. (Y con su abundante presencia en Youtube.)

Y es el periódico A Quemarropa que sale todos los días y que es gratuito. Y es los dos o tres libros que se regalan cada año, acompañando o no a las exposiciones que también son la Semana Negra. Este año la exposición de cómic era de José Muñoz, con una selección muy peculiar e interesante del propio Muñoz, e iba acompañada de un libro-catálogo de Norman Fernández en el que tengo un texto.

Y es las charlas y conferencias que tienen lugar a lo largo de los diez días que suelen componer la Semana Negra (esta gente no puede evitar que sus semanas sean más largas de lo habitual; son así de grandes). Y en los cuatro días que he estado he podido ver una abarrotada de Maruja Torres, y otra nutrida con Pérez de Andújar (al que no pude saludar), y dos muy instructivas con Albert Monteys y una supersimpática con Juan Giménez, y una conmovedora con las mujeres del carbón. Además de participar en una charla sobre novela gráfica y en un homenaje a José Muñoz.

Y es cenar con una norteamericana desconocida y descubrir que se llama Rebecca Pawel y que seis años antes viste la presentación de su primer libro, y recordar que te lo compraste y que te gustó. Y conocer en la misma mesa a Paula y a Martin. También es ver a Germán, Rafa y José Manuel; a Miguel y Alejandro; a Jorge Iván y Rocío; Carmen y Pedro. Hablar de tebeos con Matt Maden y con Jessica Abel. Saludar a Angel, Maribel y Laura. No poder ver a Javi Riva. Ver apenas a Cristina Macía. Comer con Norman Fernandez y con Pepe Galvez. Etc, etc, etc.

Y es también los bares y los chiringuitos y las colas para comer pulpo y la feria con su noria y sus otras atracciones que ayudan a financiar todo ese espectáculo de cultura gratuita que es la Semana Negra.

Pero, para mí, es sobre todo Ángel de la Calle, al que conozco desde antes de que empezara esta aventura, al que no he visto lo suficiente en este viaje, y que ha tenido el detalle de dejarme leer las 230 páginas de su próxima novela gráfica. Sólo le faltan 40 para acabar. Así que estará a la venta en navidades del 2015. Es tan brillante o más que su obra anterior sobre Tina Modotti.

(Los que sigan sin enterarse de lo que va esto, que vayan a su página web y se descarguen los pdf del A Quemarropa.Mentalícense y acudan el año que viene.)

sábado, 12 de julio de 2014

El hombre de tu vida (Telefé), 2011-2012

La televisión norteamericana domina la red y los medios. De vez en cuando, alguien se acuerda de las producciones británicas, pero sólo de los pelotazos tipo Broadchurch o Sherlock, o de productos equivocadamente calificados de frikis como Doctor Who. Últimamente, gracias a títulos como Bron/Broen (El puente) o Forbrydessen (en castellano The Killing, vete a saber porqué), la gente se va acordando de que el norte también existe. A veces se habla de series francesas como Maison Closé o Braquo, o la reciente y aplaudida Les revenants, pero poco más. Está de moda hablar de la italiana Gomorra, por aquello de la película y de que el autor del libro tiene la cabeza puesta a precio, y que siempre mola hablar de una serie seria, aunque no la hayas visto. En el resto del mundo no hay televisión, o eso parece. Pero, miren por dónde, sí que hay. Por ejemplo, en Argentina.

Argentina es un ejemplo de cómo suplir la escasez de medios con talento e ingenio. Algunos de sus productos, como las brillantes Los simuladores y Hermanos y detectives, ambas del gran Damian Szifron, son un claro ejemplo de ello, y sólo se han visto por aquí en forma de remake descafeinado. (Busquen el original, no se arrepentirán). Pero encontrar material argentino en la red es complicado, y lo de conseguir material en DVD da auténtico sentido a la palabra ignoto. Menos mal que, buscando, buscando, en la red puede encontrarse alguna que otra joya. Muchas veces por pura casualidad.


El hombre de tu vida es una de esas joyas que no parece conocer nadie. Producida por Juan José Campanella, que además la escribe con Marcela Guerty y un equipo de guionistas, se centra en Hugo Bermúdez (Guillermo Francella), un buen tipo que ha criado solo a su hijo adolescente y que acaba de quedarse en paro. Su prima Gloria (Mercedes Morán), que lleva una agencia matrimonial bastante irregular, le ofrece un trabajo de pretendiente. Es decir, le organizará una cita con mujeres a las que deberá enamorar y luego desencantar. Así la agencia tendrá movimiento, él un trabajo y las mujeres con las que se cite una inyección de autoestima que les vendrá muy bien (son ellas las que romperán con él, al descubrir que su príncipe azul les ha salido rana). Hugo acepta muy a pesar suyo, cuestionándose la ética de la situación, pero movido por la falta de dinero. En cada episodio veremos a una mujer distinta, al tiempo que vemos crecer al hijo de Hugo, conocemos la nefasta relación sentimental de Gloria y sonreímos al ver la evolución de la posible relación sentimental de Hugo con Silvina (Malena Pichot), una profesora de su hijo. Como elemento añadido tenemos al padre Francisco (Luis Brandoni), un cura muy peculiar que sirve de frontón espiritual (y nada moralista, ojo) a Hugo.

Un desfile de actrices maravillosas, desde estupendas debutantes como Maricel Cruz a memorables veteranas como Graciela Borges, remata una serie en estado de gloria, bien escrita, dirigida e interpretada y donde se consigue hasta el milagro literario de que un adolescente (y argentino) parezca una persona normal, simpático y creíble (algo prodigioso en este país donde cuesta ver una producción española que tenga un adolescente al que no echarías a patadas de tu casa). Es puro disfrute, cuyo único punto negro es un final algo insatisfactorio al no rematarse ninguna trama y dejar la historia abierta para una tercera temporada que no llegó por motivos a los que no tengo acceso.

Se la he prestado a varios amigos y todos han quedado encantados, pese a la reticencia inicial de que esté “hablada en argentino”. Y si menciono ahora esta serie de dos temporadas (24 episodios) de 2011 es por haberla descubierto en youtube (pinchando en el enlace), y me niego a que mis allegados y yo parezcamos ser los únicos en disfrutarla. Así que, ahí la tienen. Que los pocos que aún me siguen tras estos meses de ausencia prueben a ver. Bueno, los demás también. Me lo agradecerán. 

(Por cierto, en youtube pueden encontrarse bastantes series argentinas de interés, como las citadas anteriormente y otras como Todos contra Juan y Okupas), por citar alguna más.)

jueves, 10 de julio de 2014

Lou Grant (CBS), 1977-1982

Recuerdo una noche de enero de 1991 en la que se emitía Lou Grant en Antena 3. Por la noche, a un horario decente (eran otros tiempos). El episodio de turno era “Impensable”, y trataba de un conflicto en Oriente Medio que podía desembocar en una guerra entre Estados Unidos y la URSS (contado en paralelo con una historia sobre una chica que había sufrido graves quemaduras en un accidente de autobús). Recuerdo que flipé mucho porque justo entonces Bush iniciaba la Guerra del Golfo, y por un momento me pareció ver los entresijos del telediario que habían puesto antes. Todo estaba ahí, en la forma en que Lou Grant y sus redactores de la Tribuna (y supongo que, también, los del telediario español) seguían las noticias y buscaban información para dar contexto a lo que iban a contar a sus lectores (o espectadores), luchando para que los acontecimientos no hicieran vieja la noticia de diez minutos antes. Fue un momento metalingüístico sorprendente. 

A continuación tocaba un programa de actualidad, con periodistas o así (a Lou Grant no se parecían, no) perorando sentados a una mesa y que solía prolongarse hasta altas horas de la madrugada. Resultó que estaban tan alucinados como yo con el episodio de Lou Grant, y el director del programa, creo que Buruaga (¿ven como no se parecía a Lou Grant?), dijo que el episodio de la serie era el que tocaba, que había sido una sorpresa y que no lo habían elegido a propósito para que coincidiese con el tema del momento. Fue uno de esos momentos en los que uno se da cuenta de que hay obras y obras


La serie nació en 1977 y muriò en 1982 por el descenso de audiencia y porque Ed Asner, el actor que encarnaba a Lou Grant, aprovechó la popularidad que le daba la serie para hablar en favor de diversas causas izquierdosas, cosa que al canal (CBS) no le gustó nada de nada. Fueron cinco temporadas inspiradas en sucesos del momento, pero contados de forma atemporal y, por tanto, triste y eternamente actuales. Periodistas que falsean datos o apoyan a un político, el neonazi que resulta ser judío, la esposa maltratada que no delata al marido, la paranoia de estar vigilado por el gobierno... Todo parecen noticias de hoy mismo. La serie sigue siendo actual, válida y muy disfrutable, por mucho que te choque algo su aspecto visual, su fotografía y su imagen de otros tiempos. Lo único que sí queda anticuado o irreal es su retrato de una redacción de periódico donde lo único que importa es la veracidad y la ética del oficio. Aunque si pensamos que la actual The Newsroom de Aaron Sorkin es igual de irreal, igual el adjetivo adecuado sería “utópico”. Por algo inspiró a tantos jóvenes a dedicarse al periodismo.

El episodio de “Impensable” pertenece a la quinta temporada, y ya me habría pedido el DVD de todas las temporadas si existiera. Pero, no sólo en el servicio de compra por episodio de Amazon, que te da el episodio a pelo sin subtítulos ni nada. O sea, que no hay. Por tanto, para verla hay que recurrir al emule. Gracias a ello he podido ver la primera temporada de esta pequeña joya. Me muero por volver a ver ese episodio del que tengo tan bien recuerdo. A ver cómo se me da bajar los siguientes episodios, aunque tengo pocas esperanzas.

(Reanudo este blog tras una temporada complicada en lo personal y lo profesional, con la esperanza de publicar algo cada dos días, como mínimo. Es una idea. A ver si lo consigo o no. Esta entrada debía haberse publicado hace unos diez días, para dedicar esta semana a publicar cada día (¡cada día!) algo relativo al género negro (cómic, novelas, series...) coincidiendo con la Semana Negra de Gijón. No ha podido ser. Y menos ahora que me voy precisamente para allá.

Así que, a ver si nos leemos en dos días, y consigo revivir este blog que tuve que abandonar prácticamente apenas empezado.)


sábado, 26 de abril de 2014

LA CUENTA ATRÁS, por Carlos Portela y Sergi Sanjulian



El amigo Carlos Portela ha abierto un Verkami para poder terminar su estupenda obra La cuenta atrás. Es decir, terminar la segunda parte de la obra. La primera parte se vendió bastante bien, pero el retraso de esta segunda ha hecho que las editoriales quieran sacarlo en obra completa. Una putada para los que tenemos la primera parte, así que a los autores, que también son lectores y nos comprenden, se les ha ocurrido recurrir al crowfunding.Vayan a este enlace y entérense bien, y contribuyan. Por otro lado, es un tebeo de los que deberían enseñarse en las universidades, y no sólo en Bellas Artes. He tenido el honor de leerlo entero y es de esos tebeos que te emocionan y te dejan satisfecho. Y un poco cabreado, claro.

A continuación les va un resumen del proyecto, la portada del primer libro (también conseguible por el mismo sistema y algunas páginas del segundo en estado de acabado decreciente. Espero que les guste todo y corran a comprarlo. Vale la pena. Puede ser el mejor tebeo que se compren este año.


Hace dos años, ante la costa gallega se hundió un petrolero, provocando una marea negra que arrasó con todo. Los peces se envenenaron, el fondo del mar se volvió inhabitable, los moluscos murieron, las aves quedaron atrapadas en el chapapote o no volvieron... Los pescadores se quedaron sin trabajo, las personas enfermaron, los turistas dejaron de acudir, la situación fue trágica para la industria, los negocios, los hogares... Toda la costa quedó afectada de forma irremediable.

Pero eso fue en el pasado. Ahora el mar se ha recuperado casi por completo y todo vuelve a estar tan bien como antes. 

¿O no?

Los políticos saben cómo es la verdadera situación pero tienen que darla por resuelta, y así se lo van a decir al mundo con una gran campaña publicitaria, para que la opinión pública se entere de una vez. Aunque sea con fotos retocadas, ocultando que aún hay playas contaminadas y pesca sin recuperar, exhibiendo unas ayudas económicas insuficientes que muchos ciudadanos aceptaron sin pensar que eran “pan para hoy y hambre para mañana”, y mostrando como próspero un futuro que es incierto.

Todo esto fue lo que pasó con el hundimiento del Prestige. Fue algo que había pasado antes y que, desgraciadamente, volverá a pasar. 

Pero no vamos a contar específicamente la historia del Prestige¸ sino una historia que puede pasar en cualquier costa, en cualquier pueblo, cuando una marea negra lo invade todo. Una historia que pueda representarlas a todas, porque, en el fondo, todas son iguales. Vamos a mostrar la realidad de esta situación a través de diversos personajes relacionados con el pueblo ficticio de Caldelas, uno de los más perjudicados por esa situación. Y nos centraremos en cómo afectaría eso a los habitantes de ese pueblo (dejaremos los daños ecológicos para otra ocasión). 

Serán personajes de todos los estamentos posibles de la sociedad para contar con ellos una crónica tanto social como política y personal. Serán personajes como Otero, el político encargado de quitarle importancia a lo sucedido y que fue elegido para ocuparse de hacer eso mismo. Como Sonia, la reportera del canal local que empezó a trepar cuando la reportera anterior se negó a manipular la noticia. Como Emilio que se verá forzado a emigrar dejando atrás a su esposa Sara, cuando sólo dos años antes había pedido un crédito para poder dedicarse a la pesca. Como Moncho, el joven que abandona el pueblo asqueado y que pareció encontrar una conciencia cívica luchando contra el chapapote. Como Molina, el periodista de prensa escrita que intenta informar inútilmente de la verdad de lo sucedido. Como Salvador, el director del periódico que se ve forzado a tapar la verdad. Como Luki, que montó un supermercado con la indemnización. Como Ana, la voluntaria desencantada...
Y todo ello estará contado empezando en el presente y retrocediendo en el tiempo mes a mes. Cada capítulo se desarrollará un mes antes que el anterior, en una cuenta atrás que nos llevará hasta los inicios de la marea negra. El suspense no estará en lo que pasará en el futuro sino en lo que sucedió para llegar a esta situación actual en la que se ha “superado” la tragedia... 

Así, conoceremos a los personajes en el presente y, a medida que vayamos retrocediendo en el pasado, iremos descubriendo poco a poco cómo son realmente, lo que se oculta tras su actitud y comportamiento actual. Sabremos qué decisiones tomaron, qué cambios experimentaron sus vidas, para convertirse en lo que son ahora, a veces de forma involuntaria, a veces no tanto... 

No habrá ni buenos ni malos, ni se señalará a ningún responsable, porque en el fondo lo somos todos. Sólo veremos a gente incapaz que actúa de forma más o menos egoísta o desinteresada en una situación tan difícil como terrible, para luego seguir con su vida con la conciencia más o menos culpable por lo que hizo o dejó de hacer.

Será un relato coral de una tragedia cotidiana. Y las tragedias nunca acaban bien.


viernes, 25 de abril de 2014

GHOST MONEY 1: LA DAMA DE DUBAI, por Smolderen y Bertail

Dentro de la multitud de trabajos absurdos que le tocan a uno en esto del mundo de la edición, siempre da gusto que te encarguen traducir un tebeo que es bueno, y más cuando ya lo conoces y aprecias.

Traducir un tebeo, un libro, un subtítulo, supone hacer un análisis más o menos voluntario de dicha obra para intentar descubrir qué pretende decir el autor y transmitir esa intención más allá de la literalidad de las palabras. Es una exploración forense de mecanismos literarios y gráficos, recursos estilísticos voluntarios y tics involuntarios. Y cuando la obra es buena, y entiendo porqué hacen los autores lo que hacen, disfruto enormemente haciendo ese trabajo. (Por eso, cuando me piden alguna reseña de un cómic, suelo hacerlas sobre todo de material que he traducido, porque lo entiendo a la perfección). Lo cual me lleva a uno de los tebeos que más he disfrutado traduciendo en los últimos tiempos, aunque me haya llevado más tiempo de lo normal.

De no mediar alguna sorpresa, está a punto de ver la luz Ghost Money, de Smolderen y Bertail, un tebeo que vale realmente la pena. Tiene un guión milimétrico, donde nada está dejado al azar y que se disfruta repasando para comprender los matices que se te escaparon al principio. Y un grafismo que refleja con la misma soltura las destartaladas calles de Irak como la arquitectura pseudofuturista de Dubai. Su estructura de best-seller literario presenta muchos personajes muy bien definidos, un desarrollo sorpresivo de la trama y una ambientación de futuro cercano (los años 2020s). Es una historia de política ficción con amores no correspondidos, conflictos en Oriente Medio y unos Estados Unidos nuevamente conservadores buscando una salida bélica a su crisis financiera, y todo ello centrado en Chamza, una estudiante de económicas, poseedora de una fortuna de cuantía y origen desconocido, que prescinde de fronteras y que está enamorada de un poeta que los Estados Unidos consideran un terrorista en potencia. 

Thierry Smolderen es un excelente crítico y estudioso del cómic, que sabe escribir tanto guiones de autor (McCay, con Bramanti) como de consumo (Gipsy, con Marini), y aquí se lanza a realizar un thriller político que combina ambas vertientes suyas, además de un exquisito planteamiento secuencial y narrativo que delata a quien ha estudiado mucho el medio. Por su lado, el dibujante Bertail realiza un trabajo muy interesante potenciando la espectacularidad de paisajes y entornos, pero sin perder el cuidado por el detalle y los personajes en viñetas de tamaño sorprendentemente reducido para dejar más espacio a esos paisajes que, además, van a sangre.

El resultado es una obra pensada para una edición en álbum de formato grande (aquí no hay reducción de tamaño que valga, si no quieres cargártelo), y cuyo principal y único defecto es que al finalizarlo te quedas con ganas de seguir leyendo. E igual sucede con los álbumes posteriores, que van complicando más y más una historia cuyo final está anunciado en Francia para finales de este año.


(En Ninth Ediciones me aseguran que la edición española será incluso un pelín más grande que la original francesa, y que está previsto editar las entregas con bastante celeridad, publicando en menos de un año lo que los compradores de la edición francesa hemos ido leyendo y releyendo a lo largo de seis años. Cabrones con suerte).

jueves, 24 de abril de 2014

The Worricker Trilogy

Hace tres años vi Page Eight (Página ocho) dividido entre la maravilla y el pasmo (y algo de agobio porque llegaba tarde a la comida de navidad en familia, pero esa es otra historia). La descubrí por casualidad, como pasa siempre en la red, mientras miraba yo que sé qué otra cosa. Me desconcertó la existencia de una película desconocida para mí en la que aparecieran Bill Nighy y Rachel Weisz, donde también salían Michael Gambon y Alice Krige y Judy Davis y Ralph Fiennes y otra gente menos conocida pero de talento sobradamente probado. Resultó que si no conocía la película era por ser de televisión. De la BBC, para más señas. Por tanto, pertenece a ese limbo donde se pierden las miles de películas televisivas que se hacen y que sólo se descubren cuando salen a traición en DVD o te las pone Antena 3 los fines de semana de tres en tres (¿quién podía imaginar que hubiera tantas películas alemanas espantosas en la televisión idem? Yo, por mi parte, era más feliz antes de saberlo o encontrármelas durante la merienda).


Al ver Page Eight, me pasmó que pudiera haber una película de espías donde la gente hablase, no se peleara ni se disparara y se escapara andando deprisa, no corriendo. Me maravilló que se pudiera dialogar tan bien, de forma teatral, falseando la naturalidad, pero TAN bien. Así deberían ser todos los diálogos de las películas y las novelas y los tebeos del mundo: ingeniosos, divertidos, inesperados, huyendo de lugares comunes, comunicando al espectador información que los personajes saben al tiempo que estos se enteran de cosas nuevas, sin horrendas frases informativas tipo “tú, como carpintero, ya sabrás que el martillo se coge por el mango”. Y todos los actores deberían ser como Bill Nighy, o como Michael Gambon, o como cualquier otro de esta película, que dicen las frases como si se les acabaran de ocurrir.

La trama es complicada, y no vamos a adelantarla aquí, pero la historia es relativamente simple: Johnny Worricker (Bill Nighy) es un espía, un analista de información que trabaja en horario de oficina, que se ve arrastrado por su superior y amigo a defender su oficio y su “empresa” hasta las últimas consecuencias. De paso se habla de la lucha por el poder, la manipulación y ocultamiento de la información, la guerra contra el terror, y de que no es lo mismo saber que confirmar. Cosas poco actuales, vamos. Y todo ello contado de forma sutil, discreta, solapada. Nada se explicita sino que se insinúa, y al espectador le corresponde deducir y entenderlo por su cuenta, por ejemplo comprender a la hora de metraje a qué venía el exabrupto del minuto quince, ya que se le considera inteligente y capaz. Un detalle que se muestre tanto respeto hacia nuestra persona.

Es una película enormemente estilizada, no realista, y puede a que a muchos les parezca inverosímil, o que no pasa nada, o que es una chorrada. Para gustos están los colores, y a mí me gustan los de esta película. Afortunadamente, no soy el único, ya que tuvo tanto éxito que la BBC encargó a su director y guionista David Hare que la continuara. Y este decidió hacer dos películas y formar una trilogía bastante coherente para empezar con una película que no esperaba ser continuada. 

La BBC emitió el resultado hace menos de un mes, y está compuesto por Turks and Caicos (Turcas y Caicos, por las islas del mismo nombre) y Salting the Battlefield (Sazonando el campo de batalla), donde además de los actores citados aparecen gente desconocida como Christopher Walken, Winona Ryder, Rupert Graves y Helena Bonham Carter. Dediqué un día de estos últimos meses agobiantes (en que apenas he podido terminar alguna entrada para este blog) a relajarme y disfrutar un poco. Y las continuaciones no desmerecen nada de la película original, y disculpen que no diga nada más de ellas porque sería revelar spoilers de la primera película. Lo importante es que el resultado sigue siendo una abrumadora exhibición de ingenio y talento. Diversión inteligente en grado puro. Recomiendo encarecidamente las tres.



(A pesar de que el Imdb ofrece un título en castellano para la primera película -Entre líneas-, no hay versión española que yo sepa. Igual algún día nos la emite Antena 3 entre una película canadiense sobre adolescentes que caen en el submundo del alcoholismo y un plagio alemán de La jungla de cristal. Mientras tanto, se pueden buscar las tres películas en la red o comprarlas aquí, en Amazon, como siempre, o ambas cosas. Con subtítulos sólo en inglés, claro. Para la primera película se encuentran por internet subtítulos en castellano, aunque la sutileza de los diálogos es mala compañera para el traductor aficionado, y hay cada uno que... Aquí recomendamos los de Argenteam, que, como es habitual en esa página, son bastante decentes y no suelen tener errores flagrantes. Para las otras dos películas, pues... sólo en inglés; habrá que esperar a que algún alma caritativa ponga manos a la obra.)

viernes, 28 de marzo de 2014

True Detective (HBO, 2014)

Alterno la lectura de NOS42, de Joe Hill (que está bien pero de momento no mata), con la de True Detective, de Nic Pizzolato, posiblemente la serie televisiva más literaria que he visto nunca. En su estructura, en sus imágenes, en sus metáforas, en sus desvaríos y digresiones, en la forma en que la acción se aparta de la trama para centrarse en los personajes... Porque esta investigación policiaca en ocho entregas no es sino el retrato de dos detectives que son amigos a su pesar y a los que vemos evolucionar a lo largo de diecisiete años. La investigación de asesinato es el telón de fondo, la excusa más bien, de una historia con ribetes metafísicos sobre el bien y el mal. 

Un asesinato, o varios, porque pronto resulta ser el único visible de una larga serie de ellos con motivaciones oscuras, literarias, perversas, simbólicas... Una investigación contada (e interpretada, ojo) de forma orgánica desde su inicio en 1995, pero mediante un interrogatorio del FBI en 2012 que enmarca la acción y aúna en un mismo relato la visión del mundo, nihilista y enloquecida, del detective prodigio Rust Cohle (Matthew McConaughey) y la de negación conformista de su compañero Marty Hart (Woody Harrelson). Interrogatorio este que también sirve de contrapunto a todo el relato, revelándonos lo que ocultan y no ocultan los dos amigos, qué mentiras cuentan y contaron, y cuánto se respetan mutuamente pese a estar distanciados por algo que sucedió en 2002.

Todo ello ambientado en una Louisiana decadente, abandonada, que respira maldad y podredumbre humana, donde túneles olvidados adquieren resabios de siniestra ciudad perdida, casas desatendidas que son madrigueras, y habitantes casi lovecraftianos. Todo ello en un tono negro e introspectivo que (me) recuerda a los libros de John Connolly, aunque aquí Pizzolato recurra a Ambrose Bierce y a Robert W. Chambers, en vez de a Stephen King. Y con un toque de Nietzsche en las disquisiciones de Cohle. 

Esta historia de redenciones y autojustificaciones, acerca de dos hombres, “uno que sabe quién es y otro que no lo sabe”, parafraseando a Maggie Hart, está rematada con un sugerente prólogo en forma de espléndidos títulos de crédito (debidos al estudio Elastic), ilustrada por una dirección notable de Cary Fukunaga y una fotografía espléndida de Adam Arkapaw, puntuada por unas interpretaciones que nunca bajan de lo superlativo, y con el colofón de una interesante dirección musical que huye de lugares comunes. El resultado es excelente, aunque, como en los buenos libros, no satisfaga a todo el mundo al atarse la trama sólo donde es necesario, prescindiendo de explicar y justificar los muchos vuelos literarios de la trama.
(Por aquí siempre hemos tenido en buena consideración a Matthew McConaughey, no así a los papeles que interpretaba. Es buen actor desde que le veíamos en Lone Star y en Contact. Otra cosa es que después eligiera convertirse en estrella de cine y se haya pasado más de una década haciendo truños de gran estudio sólo visibles cuando en la otra cadena está Sandro Rey inventando predicciones. Últimamente parece haber decidido que igual mola ser actor y ha optado por hacer papeles interesantes, despertando la admiración y el entusiasmo del respetable. Su papel aquí es el más agradecido, gesticulante, desbarrado del payaso faltón, y eso hace sombra a un Woody Harrelson que aguanta de forma notable el tipo en su papel de Augusto. Por no decir que todos están inmensos, desde la estupenda Michelle Monaghan a mi apreciado Paul Ben-Victor, pasando por la indescriptible (me faltan manos) Alexandra Daddario).