Dean R. Koontz es un escritor de Serie B, uno de esos que antes se consideraban, con cierto desprecio, autores de best sellers. Sus libros son de terror-fantasía-ciencia ficción-conspiraciones, siempre ambientados en nuestro tiempo, con una calidad literaria justita, premisas interesantes y resoluciones a veces cuestionables. Hace mucho que no lo leo, pero cuando trabajaba de botones era perfecto para leer en el metro o el autobús mientras recorría Madrid repartiendo billetes de avión. Ágil, rápido, con numerosas sorpresas y un control muy eficiente de la atmósfera y el suspense.
El ser un superventas y de Serie B lo convierte en el autor ideal para ser llevado al cine y/o la televisión. Y así ha sido una docena de veces. Siempre con mala fortuna, y siempre estropeando el material de base de forma notable. Tanto que el autor ha decidido dejar de vender automáticamente los derechos de su obra y ha decidido cederlos sólo cuando cree que hay posibilidades de un resultado decente.
Entonces apareció Stephen Sommers, guionista y director de Deep Rising, y de La momia, notables ejemplos de Serie B que equilibran a la perfección las exigencias del cine de terror y de aventuras con personajes definidos y un notable sentido del humor autoparódico. El aplauso y la taquilla debieron subírsele a la cabeza, porque después de estas dos películas fue olvidándose progresivamente de los personajes y confundiendo ritmo con velocidad para hacer cosas lamentables como El regreso de la momia, Van Helsing y G.I. Joe, cada una peor que la anterior. Las tres tenían buenas ideas y todos los elementos necesarios para ser películas más que decentes, pero se vieron ahogadas por un exceso de acción sin sentido y unos personajes que a los cinco minutos de metraje habían perdido todo su posible carisma (una hazaña con actores como Brendan Fraser, Hugh Jackman o Dennis Quaid).
Mientras esperaba yo con temor su próxima película, ese remake de Cuando los mundos chocan (estupendo clásico del gran Rudolph Maté, por cierto), descubro con sorpresa que ha hecho una película cuyo rodaje había olvidado, Odd Thomas, y que no se ha estrenado en los cines por un pleito entre las productoras responsables de la misma. Es una película basada en un libro de Koontz, cuyo protagonista puede ver fantasmas y se ve impelido a participar en asuntos relacionados con ellos. La película ha ido directamente a DVD, pese a tener un presupuesto y una producción notables. Y, mira, Stephen Sommers parece haber recordado cómo se escribe un guión y cómo se organiza el suspense de una película, porque el producto es bastante decente, incluso muy entretenido (aunque un pelín, sólo un pelín, menos de velocidad le habría venido muy bien).
Odd Thomas, cazador de fantasmas (título español que no sólo es equivocado, al no cazarse ningún fantasma, sino que parece pensado para que huyamos de la película) es un lujo en el actual mercado de blockbusters con argumentos estúpidamente retorcidos y personajes definidos por una única emoción que les dura toda la película. Tiene una premisa clara y sencilla (va a pasar algo terrible, no se sabe el qué, y hay que evitarlo), un guión que complica la historia de forma lógica y unos personajes creíbles (definidos, ¡oh, increíble!, por lo que dicen y hacen). Tiene sentido del humor, suspense, ritmo, y se las arregla para que las muchas sorpresas del guión lo sean y alguna incluso te acompañe después de los títulos de crédito. Siento no apuntar algo más de la trama, pero luego los amigos me acusan de spoilear.
Dean R. Koontz ha quedado muy contento del resultado, y eso debería bastar para cualquier consumidor compulsivo de productos de entretenimiento harto de que no lo entretengan. Como yo.
(Por cierto, la película está ahora mismo en alquiler en el videoclub, dvdclub o lo que sea, de la esquina. Dentro de un mes saldrá a la venta. No voy a decir que sea de compra inmediata e inexcusable, pero sí que no me importará tenerla cuando la oferte algún periódico, aunque ya la haya visto varias veces tras “estrenarse” en los muchos canales de nuestra televisión).
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